Viernes 29 de Abril – Nueva vida para los hijos – Matinal Jóvenes

Luego se acercó al féretro y lo tocó, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús dijo: «Joven, a ti te digo, ¡levántate!» En ese momento, el que estaba muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. (Lucas 7: 14-15).

HABÍA EN NAÍN UNA VIUDA que lloraba por su hijo muerto. Mientras caminaba junto al féretro, pensaba en la soledad de los años siguientes, en todo el esfuerzo empleado para educarlo y lo infructuosa que había resultado la tarea de madre al ver que su hijo no tenía vida. Pero de repente «el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: “No llores”» (Luc. 7: 13). «¿Cómo podía este extraño pedirle que no llorara -pensó la viuda–, cuando su único sostén, apoyo y compañía yacía sin vida?»

. Pero Jesús, «se acercó al féretro y lo tocó […] Entonces Jesús dijo: «Joven, a ti te digo, ¡levántate!» ¡Cuánta felicidad tenía esta mujer al ver nuevamente a su hijo con vida! Pasando a nuestro tiempo, podemos ver que en todas las iglesias adventistas hay una gran cantidad de padres que hicieron todo lo posible para que sus hijos abracen la fe adventista, pero que no han tenido éxito. Esos hijos conocen la doctrina adventista y los requerimientos de Dios para una vida santificada, pero están muertos espiritualmente porque no conocen al Salvador. No tuvieron un encuentro con él para sentir el amor, el perdón y la sanidad que Cristo imparte a todos los que le buscan. Muchos de los hijos adventistas que apostataron necesitan un encuentro con Jesús para gozar de vida abundante. El mundo los seduce y los atrae, mostrándole una cantidad de distracciones pecaminosas y les hace ver que la vida cristiana es una vida apática y desabrida. Pero el encuentro personal con Jesús, vivir y sentir en carne propia su amor por la humanidad, hace que el pecador resucite a una nueva vida.

«Necesitamos de todo corazón orar para que el Espíritu Santo nos revele la excelencia y la suficiencia de nuestro Señor. Él es lo que nuestro corazón necesita desesperadamente, porque él solo posee en sí mismo todo lo que alguna vez hemos deseado. Cristo es la única fuente verdadera de amor, paz, aceptación, seguridad, amistad, riquezas y vida eterna. Al unir nuestras vidas con la suya, poseemos todas las cosas» (Philip G. Samaan, El método de Cristo para el crecimiento espiritual, p. 162). No dejes de interceder para que cada hijo adventista experimente un encuentro personal con su Salvador. Solo así tendrán vida en abundancia y poseerán «todas las cosas».

Radio Adventista

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