Subirá el que abre caminos delante de ellos; abrirán camino, pasarán la puerta y saldrán por ella. ¡Su rey pasará delante de ellos, y Jehová a su cabeza! (Miqueas 2:13).
A Jerjes se le atribuye haber abierto un camino sobre el mar. Cuenta el historiador Heródoto que, tras dos arduos esfuerzos para llevar a cabo su segunda invasión a Grecia, en 480 aC, Jerjes finalmente encontró construir dos puentes flotantes sobre el Helesponto, el estrecho que está ubicado entre Asia y Europa. Para fabricar los puentes, Jerjes unió con sogas 674 barcos. Sin embargo, a pesar de su grandiosa obra de ingeniería, y de contar con un ejército de más de trescientos mil hombres, * Jerjes fue derrotado por los griegos y sus puentes quedaron arrasados por una poderosa tormenta.
A pesar de la derrota, no deja de ser impresionante que las persas construyeran, en aquella época, dos puentes que unían dos continentes. Las Sagradas Escrituras nos cuentan de una obra de ingeniería tan maravillosa, de una escalera tan grande, “que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo” (Génesis 28:12). Esta obra no une dos continentes, sino que afianza la relación entre el cielo y la tierra. En Juan 1:51, Jesús se identificó con la escalera que había visto Jacob en Génesis 28, puesto que él es el Puente que Dios ha tendido para unir al ser humano con el reino de los cielos, salvando así el abismo producido por el pecado .
Asimismo, en Juan 14:6, Jesús declaró: “Yo soy el camino… nadie viene al Padre sino por mí”. Si anhelamos llegar al cielo, debemos entender y aceptar que en Cristo se encuentra el único camino, el Puente tendido hacia nosotros, que puede llevarnos allí. En nuestro Señor hallamos la única ruta que podrá sacarnos de este podrido planeta y llevarnos al corazón del universo. El profeta Miqueas obtuvo esta maravillosa promesa: “Subirá el que abre caminos delante de ellos; abrirán camino, pasarán la puerta y saldrán por ella. ¡Su rey pasará delante de ellos, y Jehová a su cabeza!” (Miqueas 2:13). No nos quedaremos varado en el camino; no habrá ninguna tormenta que pueda destruir el puente; Dios va delante de nosotros, abriendo los caminos que conducen al cielo para que caminemos por ellos.
No hay ejército que pueda derrotar a los que transitamos por el camino que Dios nos ha abierto.
* J. M. Cook, The Persian Empire (Nueva York: Barnes & Noble Books, 1983), p. 115.