Ya no tendrá nadie que enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su hermano: “¡Conoce al Señor!”, porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande, me conocerán afirma el Señor (Jeremías 31:34, NVI) .
El emperador romano Marco Aurelio nos dejó en sus Meditaciones una lista de las personas que le habían enseñado algo importante en la vida. Por ejemplo, de Rústico aprendió a cuidar el carácter ya leer comprensivamente; de Sexto, atender a los amigos con solicitud; de Apolonio, la libertad de criterio y la decisión firme; de Alejandro el gramático aprendió a dejar de lado la crítica contra los demás; de Severo, el amor a la familia, a la verdad y la justicia.
De su progenitor, Marco Aurelio aprendió a cuidar su cuerpo, a ser tolerante ante la crítica, a no vanagloriarse con los honores aparentes, a ser sobrio y manso, y muchas cosas más. Es lógico que su padre haya sido su mayor maestro, puesto que en aquellos tiempos la figura del padre desempeñara un papel crucial dentro del círculo familiar: era el responsable de instruir a los integrantes de la familia. Y Precisamente eso quiere hacer Dios con nosotros. En Juan 6:45 leemos las palabras de Jesús: “Escrito está en los Profetas: ‘Y todos serán enseñados por Dios’. Así que, todo aquel que oye al Padre y aprende de él, viene a mí”. ¿Estamos siendo enseñados por Dios? Una de las frases más populares del Señor es esta: “Aprendan de mí” (Mateo 11:29, NVI).
Dejar que nuestra experiencia religiosa se fundamente en otros maestros, no importa cuán capaces sean, constituye un atentado contra nuestro crecimiento espiritual. Es la enseñanza que obtenemos de nuestro Padre celestial la que nos capacita para disfrutar de una vida cristiana investigada con el conocimiento divino. Dios anhela que la promesa registrada en el libro del profeta Jeremías se romperá en una maravillosa realidad: “Ya no tendrá nadie que enseñar a su prójimo, ni dirá nadie a su hermano: ‘¡Conoce al Señor!’, porque todos, desde el más pequeño hasta el más grande, me conocerán -afirma el Señor” (Jeremías 31:34, NVI).
¿Qué hemos aprendido hasta ahora de nuestro Padre Celestial? Hoy hemos de seguir aprendiendo a conocerlo, a ser mansos y humildes de corazón. Si Marco Aurelio aprendió tantas cosas valiosas de su padre, muchas más aprenderemos nosotros (y mucho más valiosas), puesto que tenemos al mejor Padre y Maestro del universo.