Lunes 17 de Mayo – Faltantes por abundantes – Matinal para Adultos 2021

“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros” (2 Corintios 4: 7).

Pablo presenta el evangelio por medio de contrastes: un precioso tesoro colocado en vasos de barro, tan frágiles como lo son nuestras vidas.

Veamos algunos de ellos. Tinieblas y luz. En el principio, en medio de la oscuridad, Dios creó la luz con el poder de su Palabra. Luego, cuando las tinieblas espirituales cubrían la Tierra, recibimos a Jesús, la Luz del mundo.

Barro y tesoro. Las vasijas hechas de barro eran frágiles, de corta duración y de poco valor. Pero el tesoro del evangelio es permanente, relevante y eterno. El plan de Dios fue que el tan insignificante vaso llevara ese evangelio tan inconmensurable.

Muerte y vida. Nuestro cuerpo tiene las marcas del pecado. Desde que nacemos comenzamos a morir, pero el Señor vino para disponer, por su gracia recibida por la fe, vida presente y eterna.

Hombre exterior y hombre interior. El cuerpo se va desgastando con el paso y el peso del tiempo. Ahora bien, el interior se renueva día a día en las promesas de Dios. La aflicción es leve y momentánea, la gloria es excelente y eterna.

Visible e invisible. Las cosas que se ven son limitadas, perecederas, con fecha de vencimiento y temporales. En tanto, las que no se ven son ilimitadas, imperecederas, sin caducidad y para siempre.

La buena noticia del evangelio es que el tesoro le ganó al barro, la luz venció a las tinieblas, la vida se impone sobre la muerte y el hombre interior se proyecta por encima del hombre exterior. Lo invisible tiene trascendencia y relevancia por encima de lo visible, ya que lo temporal acaba, pero lo eterno permanece.

Un niño de unos once años llamó a nuestra casa aquella tarde. Salí para atenderlo y me pidió agua. Pensé que era para tomar, pero en realidad quería agua para limpiar los vidrios de los autos en la esquina y transformar su trabajo en monedas para comprar comida y remedios para su madre y sus hermanitas. Fui dándole todo lo que necesita, que en realidad era más que el agua. Tampoco tenía balde, ni jabón, ni cepillo … Le faltaba todo. Nunca olvidé aquella carita sucia y esos ojitos tristes.

Cuántos como el caminan por la vida sufriendo sus faltantes: de trabajo, de salud, de familia, de perdón, de fe y esperanza … En breve Dios transformará los faltantes del pecado en los dones abundantes de la eternidad, los cuales puedes apropiarte desde ahora. Para ti y para compartir. Camina no con los ojos puestos en el suelo, sino con la vista puesta en el cielo.

Radio Adventista

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