Entonces yo te pondré en este pueblo como un fuerte muro de bronce. Ellos pelearán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo. Yo te protegeré y te defenderé (Jeremías 15:20).
ESTAR DE PARTE DE DIOS NO ES FÁCIL. Jeremías lo sabía por experiencia al ver la oposición que sus mensajes despertaraban en el pueblo y en las autoridades judías. Nadie parecía escuchar, nadie quería atender las amonestaciones que hablaron de la destrucción de Jerusalén. Era más cómodo dejarse llevar por la corriente. Por años todo había estado igual, ¿podría pensar quién Jerusalén sería conquistada y sus habitantes llevarían cautivos?
Los mensajes que daba Jeremías eran directos y apelaban al cambio de corazón. No andaba con lisonjas ni con palabras incomprensibles. Hablaba en nombre de Dios y su mensaje provenía del cielo. Aunque muchos lucharon en su contra para destruirlo, Jeremías se vio afectado para ver sus profecías hechas realidad.
Por muchos años nuestra iglesia no se dio a conocer abiertamente. Los grandes evangelistas les pedían a los instructores bíblicos ya hermanos de iglesia que cuidaran el lenguaje denominacional; poco a poco ellos transmitirían el mensaje de salvación a quienes lo ignoraban.
Pero en Sudamérica esto ha cambiado. De alguna manera, Dios dirigió a los líderes para que adoptaran la estrategia de Jeremías y que la verdad adventista se hable claramente con impresos y desde el púlpito. Llevando a la práctica este nuevo enfoque misionero, los libros Los diez mandamientos, Señales de esperanza, Tiempo de esperanza, Todavía existe esperanza y La gran esperanza fueron distribuidos por millones. Del último nombrado, solo en Buenos Aires se entregó más de un millón de ejemplares.
Este método de trabajo abierto y sin dobleces, cuenta con el respaldo divino. Así lo afirmó Elena G. White cuando «habló de la importancia de predicar la Palabra y el peligro de cubrir y mantener semiocultos los rasgos distintivos de nuestra fe, con la idea de que de esta manera podrían evitarse prejuicios. Si hay un mensaje especial que nos fue encomendado, como creemos, ese mensaje debe mostrarse sin temor a las costumbres ya los prejuicios del mundo, y no deben dirigirse por directivas que obedecieran a temor o favor. Aunque multitudes se opondrán y lo rechazarán, algunos lo recibirán y serán santificados por él» ( Notas biográficas de Elena G. de White , p. 345).
Al realizar hoy tu oración, pídele fuerza y sabiduría al Padre celestial para que te permita hablar con claridad del mensaje adventista.