Dios mío, por tu gran misericordia, ¡ten piedad de mí!; por tu infinita bondad, ¡borra mis rebeliones! Lávame más y más de mi maldad; ¡límpiame de mi pecado! (Salmos 51: 1-2).
¿HA SENTIDO EL PESO DE LA CULPA? ¿Te ocurrió alguna vez al orar, que te sentiste indigno delante de Dios? ¿Sentiste alguna vez que tu pecado te mostró como una hipócrita ante Aquel que todo lo amo?
David creyó que su pecado nunca saldría a la luz. Luego de cometer adulterio con una bella mujer y de haber ordenado la muerte de su esposo a manos de Joab, el rey David pareció solidario al invitar a la pobre viuda a vivir con él en su palacio. ¡cuantas viudas israelitas, que habían perdido sus maridos en guerras, habrían querido tener la suerte de Betsabé!
Sin embargo, este acto de David no era caritativo. Aprovechando su exaltada posición de rey, había tomado ventaja para acostarse con la esposa de uno de sus mejores soldados, y para ocultar el embarazo de ella, posiblemente exponer a su esposo. Las Escrituras dicen: «Esta acción de David no le agradó al Señor» (2 Sam. 11:27).
El profeta Natán fue el responsable de comunicar al rey que su pecado había sido descubierto. Pero tan pronto como David vio la magnitud de su error, con lágrimas confesó su falta y se arrepintió. El Salmo 51 muestra vívidamente los sentimientos de un rey que teme quedar afuera del amparo divino porque traspasó los límites de la ley sagrada.
Así como el sentimiento de culpa fue mejorar para David y lo indujo al arrepentimiento, también puede ser de ayuda para nosotros. «Aunque el sentimiento de culpa a veces nos aflige, tiene un propósito muy beneficioso; sirve de aviso de que algo está mal en el alma y en nuestra relación con Dios y con los hombres. Indica que hemos violado principios morales y éticos en los cuales creemos: o hemos hecho algo que consideramos malo o hemos dejado de hacer algo que debiéramos haber hecho… El tormento de sentirse culpable tiene el propósito de llevarnos a la limpieza de la confesión, y esta restaura la comunión con Dios» (Pablo Hoff , El pastor como consejero , p. 189).
Al inicio de la lectura de hoy te pregunté si había sentido el peso de la culpa, porque, aunque yo sé que todos la hemos sentido en algún momento, es importante recordar que el remordimiento puede ser útil si nos conduce a Dios. No importa lo horrendo de tu pecado, puedes estar en paz con Dios si te dejas guiar por él. Hoy es el día para depositar el peso la culpa en las manos de Jesús.