“Sin embargo, quisiera que todos fueran solteros, igual que yo; pero cada uno tiene su don específico de Dios, unos de una clase y otros de otra.” (1 Corintios 7:7)
Quisiera ser médico y botánico -anunció a sus compañeros Carlos Linneo, que en ese momento tenía veinte años de edad, cuando se graduó de la preparatoria.
Carlos vivía en Váxjó, Suecia, hace más de doscientos años.
-El entrenamiento es muy largo y demasiado costoso -le advirtió su padre, mostrando su inconformidad-. Además, un médico no tiene el prestigio de un ministro del evangelio.
-Con seguridad Suecia necesita buenos médicos -arguyó Carlos. -Desearía que siguieras mis pasos. Ese ha sido el sueño de tu madre, también.
-Tú sabes que soy caso perdido con el latín y el griego…
-Podrías mejorar si te dedicaras a ello. Debería haber puesto fin a tus excursiones campestres.
-Es exactamente a lo que me refiero. Es el único trabajo que disfrutaría. Detestaría ser un pastor.
-Sabes que no tengo mucho dinero. No sé cómo te podría mantener en la universidad de Uppsala.
-Si fuera la voluntad de Dios, ¿acaso él no proveería los medios?
En ese momento, se escuchó el canto de un tordo que estaba en un manzano cerca de donde discutían Carlos y su padre. Era el pajarillo predilecto de ambos. Escucharon en silencio hasta que dejó de cantar. Había lágrimas en los ojos del padre después de aquel mágico instante.
-Es una señal -susurró Carlos.
-Muy bien, hijo -suspiró su padre-, no trataré de forzarte a entrar en mi molde. Dios te ha dado el don de entender la naturaleza. De alguna manera saldremos adelante. ¡Que Dios te bendiga y te dé el éxito que anhelas!
En realidad, Dios sí bendijo a Carlos. Sus cuantiosas observaciones e investigaciones sirvieron de base a las clases de botánica que hoy se enseñan en todo el mundo.
Tú también tendrás éxito en la medida en que desarrolles los dones y talentos que Dios te ha dado. No trates de amoldarte a ningún patrón preestablecido. Es imposible ser idéntico a otro. Eres un individuo único, con dones especiales que Dios te ha dado. Él no quisiera que seas infeliz en todo cuanto emprendas en este mundo. Usa los dones que él te ha dado, sírvelo fielmente, y serás feliz y venturoso.