Jueves 24 de noviembre. Matinal adultos – Una historia de dos Saúles – 1
«Tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo». 1 Samuel 9: 2
¿NO TE GUSTARÍA QUE HOY se eligiera a los primeros mandatarios de los países de la misma manera, echando suertes? Piensa en toda la acritud y el dinero que podríamos ahorrarnos. Se ponen los nombres en un sombrero, se saca el territorio, se extrae la ciudad, se extrae la familia y se extrae el individuo. «Señoras y señores, ¡el presidente!». El primer rey de Israel fue «elegido» así. Alto, de pelo oscuro y bien parecido, de la tribu de Benjamín: ¿cómo podría uno equivocarse con alguien así? Pero se equivocaron, terriblemente.
En su libro Good to Great, Jim Collins documenta a los dirigentes de más éxito, a los que denomina dirigentes del Nivel 5: «Los dirigentes del Nivel 5 son un caso práctico de dualidad: modestos y testarudos, tímidos e intrépidos […]. Los que trabajaron con los dirigentes que se superaron a sí mismos, y los que escribieron sobre ellos, usaban continuamente palabras como tranquilo, humilde, modesto, reservado, tímido, cortés, apacible, sencillo, incrédulo de los recortes de prensa sobre sí mismo, etcétera» (pp. 22-27). Los dirigentes de más éxito se dejan notar por su humildad. ¡Cuánto habría querido Dios que el rey Saúl hubiese seguido siendo uno de ellos!, pero, tristemente, su historia se desentraña a una velocidad casi vertiginosa. Elegido porque era pequeño en la visión que tenía de sí mismo, fue rechazado porque llegó a creerse el centro del mundo. La suya es una historia trágica de la humildad y la pérdida de la misma.
Dado ese ignominioso antecedente, cabría preguntarse por qué una madre en el futuro iba a querer dar a su bebé varón el nombre Saúl. Pero en la ciudad romana de Tarso, una madre hebrea y su esposo fariseo eligieron precisamente ese nombre (Saulo) para su hijo recién nacido, apodándolo «Pablo» por su cultura grecorromana. De tal palo, tal astilla: Saulo fue enviado a un «internado» de Jerusalén para acabar convirtiéndose en un fariseo erudito en la ley sagrada, y encima brillante. El apedreamiento de Esteban, la conversión de Saulo; el resto es la apasionada historia de ese intrépido paladín de Cristo.
Una historia de dos Saúles: uno que empezó con humildad y acabó en un orgullo suicida; el otro que empezó con orgullosa confianza propia y acabó con humildad a semejanza de Cristo. ¿La diferencia fundamental? Cómo respondieron ambos a la adversidad. Uno fue llevado a la introversión por ella; el otro fue elevado por ella. Y en ese capítulo poco conocido del gran dolor de Pablo estriba el mayor secreto de humildad de todos.