El espíritu de Dios el Señor está sobre mí. Sí, el Señor me ha ungido; me ha enviado a proclamar buenas noticias a los afligidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a anunciar libertad a los cautivos, y liberación a los prisioneros (Isaías 61:1).
UNA DE LAS TAREAS MÁS TRISTES que debemos realizar los pastores es estar en contacto con personas que son esclavos del diablo. ¿A qué me refiere? A todos aquellos que no son libres de vivir en santidad, que por hábito, costumbre O vicio viven esclavos de algún pecado.
Recuerdo un caso dramático que me tocó ministrar de un verdadero esclavo del pecado. Desde la adolescencia este muchacho habia mirado porno. Ya casado, padre de varios hijos y con lo que parecía un hogar ejemplar adventista, gastaba mucho dinero en la compra de películas pornográficas y en la suscripción a sitios de internet que facilitaban el encuentro sexual con personas de baja moral.
Cuando su esposa descubrió la ruina espiritual en la que vivía su esposo, intentó sobrevivir para que abandonara esa basura visual. Oramos en muchas oportunidades y yo lo visitaba periódicamente para que Dios rompiera las cadenas de pecado que ataban a este muchacho treintañero, pero vez tras vez su esposa lo descubría consumiendo material pornográfico y ocultando la verdad con mentiras. Finalmente, después de años de lucha, al enterarse de que había sido traicionada, le pidió el divorcio.
No tengo palabras para expresar la sensación de fracaso que queda en mí cada vez que el diablo gana una batalla, porque Cristo vino a este mundo para dar libertad a los cautivos. Si, a todos aquellos que son esclavos del sexo, de la pornografía, de las drogas, del alcohol, del cigarrillo, del juego o de cualquier otra conducta degradante, Jesús tiene el poder para romper con las cadenas de la esclavitud, abrir las puertas «de la cárcel» y hacer que estas personas vivan en santidad. Pero Jesús nunca hará un milagro para rescatar a un esclavo de Satanás si la persona voluntariamente desea continuar viviendo en el pecado.
Hoy más que nunca es necesario creer y proclamar a los cuatro vientos que Jesús tiene poder para dar libertad y salvación. Porque sin Jesús, la fuerza de voluntad no es suficiente, porque la cadena de esclavitud puso a alguien que es más poderoso que el hombre. Los grupos de autoayuda, psicólogos y psiquiatras pueden aportar minúsculas herramientas para que los esclavos se vean libres; pero el cambio del corazón, la erradicación completa del deseo de pecar y el alejamiento de cualquier vicio solo lo puede dar Jesús, Solo Jesús es la solución para que el hombre sea realmente libre.