Entonces ella le dijo al profeta: «¿Qué tengo yo que ver contigo, varón de Dios? ¿Ha venido a hacerme recordar mis pecados, ya hacer que mi hijo se muera?» (1 Reyes 17: 18).
A ALGUNAS PERSONAS LES RESULTA EXTREMADAMENTE DIFÍCIL disfrutar el presente porque están arrastrando una gran carga de vivencias pasadas. Ese fue el caso de Laura, una mujer pentecostal treintañera, que era madre de seis hijos. Cuando la visité, ella me habló de su preocupación y relató una triste historia de abusos y violencia física y psicológica de maridos que había tenido que soportar con su primer, hasta que luego de doce años de casada se separaron de él.
Después de la separación, su primer marido le rogó en reiteradas oportunidades que volviera a su lado. Como ella había sido muy golpeada, ignoró sus pedidos y rehízo su vida junto a otro hombre. La Navidad de ese año se convirtió en una pesadilla: el que había sido su esposo se suicidó. Los familiares del difunto a culparon por la desgracia y desde ese momento ella no tuvo paz en su corazón. «¿Cómo hago pastor para sacar de mi cabeza esos recuerdos? Ya llevo dos años y todavía me siento culpable».
Una angustia similar debe haber experimentado la viuda que hospedó a Elías en Sarepta. Ante el fallecimiento de su hijo, los pecados de su juventud se hicieron presentes en su conciencia y ella sintió que esa tragedia colocaba sobre sus hombros la pesada carga del pasado.
Para todos aquellos que su memoria les trae tristes recuerdos y que no saben cómo desprenderse de ellos, John Maxwell transmite un mensaje inspirador: «Las personas me piden ayuda para superar algunos problemas del pasado. Una persona tuvo muchas dificultades por causa de su pasado. Era horrible: un hogar destrozado, suicidio, fracaso en los negocios, problemas mentales y falta de amor […] Le leí el siguiente pasaje bíblico que también le recomiendo a usted: “Ya no se acuerden de las cosas pasadas; no hagan memoria de las cosas antiguas. Fíjense en que yo hago algo nuevo, que pronto saldrá a la luz. ¿Acaso no lo saben? Volveré a abrir un camino en el desierto, y haré que corran ríos en el páramo” (Isa. 43: 18-19)» ( Actitud de venedor , p. 196).
Con la ayuda de Jesús, Laura comprendió que no era culpable y abandono esa carga que la había atormentado. La viuda de Sarepta, al ver a su hijo con vida, reconoció que Elías era un hombre de Dios y obtuvo la fe israelita. También nosotros, en este día, podemos recurrir a Jesús para que con su poder dejemos atrás nuestro pasado y disfrutemos el presente con felicidad.