Sabado 26 de Septiembre – WINSTON CHURCHILL – D.M Jovenes

Sálvame y rescátame, porque tú haces lo que es correcto. Inclina tu oído para escucharme y ponme en libertad. Salmo 71:2.

Un tren carguero traqueteaba por la estepa árida del sur de África.

Apretujado entre dos fardos de lana virgen, iba un prisionero de guerra que había escapado de un campo de concentración. Era el periodista británico Winston Churchill.

Anteriormente, el corresponsal de guerra, de 25 años de edad, había cumplido un encargo del Morning Post de Londres, cuando fue detenido el tren que llevaba las tropas, en el cual viajaba. Una emboscada bóer había colocado una roca gigantesca sobre las vías para detener el tren. Ignorando el litigio existente entre los ingleses y los bóers, Winston saltó del tren y comenzó a dirigir la remoción de la roca.

Pronto la roca fue quitada de las vías y el tren comenzó a moverse, y Winston fue abandonado. Desarmado, no tuvo más alternativa que acompañar a sus captores bóers. Fue conducido a la prisión de Pretoria. Inmediatamente ideó la manera de escapar. Anotó cuidadosamente la hora en que los guardias cambiaban de mando. En ese instante brevísimo, existía la posibilidad de saltar el cerco sin ser visto.

Una noche oscura y sin luna, Winston aguardaba en la oscuridad el momento preciso en que los guardias efectuarían el cambio de mando. Corrió por el espacio abierto y se arrojó sobre el cerco. Se quedó así, caído, por unos instantes, esperando oír los pasos apresurados de los guardias que venían en su busca. Reinaba un silencio absoluto, salvo los pasos cautelosos del centinela que hacía su ronda. Se levantó y emprendió el viaje de 322 kilómetros hacia la libertad. Después de varios días llegó a un pequeño poblado, donde un inglés lo ayudó a ocultarse en un tren carguero.

La mayoría de las personas recuerdan a Winston Churchill como el primer ministro intrépido de Inglaterra en ocasión de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, nunca fue más grande que la noche cuando dejó escapar a un tren lleno de soldados y permaneció en su lugar para ser capturado.

Algo parecido hizo Jesús por nosotros. Satanás tendió una emboscada al planeta Tierra, pero Jesús limpió la vía y fue capturado por el enemigo, a fin de que la humanidad pudiera escapar. Lo pusieron en una tumba rodeada de guardias, pero salió de ella como vencedor absoluto de la muerte. Mediante su poder, podemos evadir cualquier trampa que hoy nos ponga el diablo.

Radio Adventista

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