El odio despierta rencillas, pero el amor cubre todas las faltas (Proverbios 10:12).

YAMILA Y TITO TENÍAN DOS HIJOS que habían educado con amor, pero cuando estos llegaron a la adolescencia, la relación familiar se tornó insostenible. Ella fue la que buscó ayuda en la iglesia, y detrás siguió su esposo y sus hijos estudiando la Biblia. Tuve el privilegio de bautizar a toda la familia y con alegría se unieron a la Iglesia Adventista.

Al ver la hermosa relación que posiblemente como matrimonio, felicité a Yamila y la animé para que continúen de la misma manera. «No siempre fue así, pastor», respondió, para luego contarme su historia. Después de 14 años de matrimonio, él la había abandonado por otra mujer más joven. En su relato, ella comentó dolida: «Lo que más daño nos causa, no fue que se fuera, sino las palabras hirientes que nos dijo antes de irse. Nos insultó a mí ya mis hijos como si hubiéramos sido desconocidos y luego tomó su bolso y se marchó».

Yo no entendía cómo permanecían juntos después de semejante ruptura, a lo que Yamila agregó: «Lo amo. Es así de sencillo. Después de siete meses volví a nuestro hogar y dejé darle una nueva oportunidad porque lo amo. Quizá parezca una locura, pero ahora, estando en el evangelio, todo es más claro para nosotros».

¡Qué sabio que fue Salomón al decir que «el amor cubre todas las faltas»! Solo el amor puede restaurar las relaciones familiares y sociales, porque el amor, bíblicamente entendido, está más dispuesto a dar que a recibir. El amor no solo cubre las faltas, sino que está dispuesto al sacrificio, a soportar ofensas, a ignorar ya perdonar. El amor es la clave para que las relaciones humanas perduren.

«Para que una máquina funcione bien y dure muchos años necesita de un cuidado especial, en particular que esté bien engrasada, porque es por medio del aceite como se evitan los roces, el calentamiento y, por lo tanto, se consigue que normalmente funcionen muchos años. Pues bien, el amor en la sociedad es como al aceite, pues sirve para evitar los roces entre los individuos, pueblos y naciones, y al mismo tiempo es preciso para conservar la amistad» (Félix Valtueña Laorden, Lo que el mundo necesita , pp. . . . . . . . . . . . 233-234).

Por la gracia de Dios estás a punto de iniciar las actividades de un nuevo día. Que el amor de Cristo te cubre por completo y sobreabunde, para que quienes se relacionen contigo, puedan también disfrutar del amor divino a través del tuyo.