Miercoles 8 de Julio – Christian Huygens – Devocional para Jovenes

Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento despliega la destreza de sus manos. Salmo 19:1.

Christian Huygens nadó en los Países Bajos en 1629. En ese tiempo no había una forma segura de contabilizar el tiempo. Existían relojes de arena, de veladoras y el incómodo reloj de agua. Christian fue la primera persona que tuvo éxito en la construcción de un reloj de péndulo. Se sintió frustrado cuando se dio cuenta de que no funcionaba en un barco. Continuó trabajando, sin embargo, hasta que logró inventar un reloj que funcionara mediante un resorte.

Más tarde, fijó la vista en las estrellas, pero no pudo ver más de lo que había visto Galileo. Mejoró el telescopio, al descubrir un mejor método de bruñir y pulir los elementos ópticos. Su telescopio medía 64 metros de longitud. ¿Puedes imaginar lo emocionado que se habrá sentido al probarlo por primera vez?

“Tengo que mirar a Saturno -se dijo Christian-, Me pregunto si podré ver esas misteriosas lunas; Galileo vio dos de ellas”. La siguiente vez que miró, habían desaparecido. ¿Dónde se habrían ido?

Lo que Christian alcanzó a ver lo movió a frotarse los ojos. Saturno ya no era una manchita celeste insignificante; se había convertido en una bola brillante en el cielo, circundada por un anillo maravilloso y rodeada de lunas que parecían danzar a su alrededor. Se asemejaba a un juguete increíble de los dioses.

Una noche de invierno, Christian dirigió su telescopio a la constelación del Orion, o el Gran Cazador. Los astrónomos de antaño imaginaban que las estrellas delineaban a un gigantesco cazador con su perro. En torno de la cintura del cazador, había un cinto de estrellas del cual pendía una espada igualmente de estrellas. Enfocando el telescopio hacia la espada, pudo ver algo que nadie más había visto.

“Pareciera una corona de humo brillante -pensaba Christian-. Ha de ser otra nebulosa”.

Doscientos años más tarde, el Señor dio una visión a Elena de White en la que se le mostró la segunda venida de Cristo. En la página 41 del libro Primeros escritos, dice: “Sobrevinieron sombrías y densas nubes que se entrechocaban unas con otras. La atmósfera se partió, arrollándose hacia atrás, y entonces pudimos ver en Orion un espacio abierto de donde salió la voz de Dios. Por aquel espacio abierto descenderá la santa ciudad de Dios”.

Radio Adventista

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