“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas” (Josue 1:9, RVR 95).
La reflexión de este día va dedicada a ti, que eres una señorita cristiana. ¿Sabes? La juventud que hoy tienes, trae consigo oportunidades y posibilidades de crecimiento incalculables. En fin, juventud equivale a vida; está en tu mano aprovecharla o desperdiciarla.
Dios, de cuya mano y de cuya mente creativa nosotras provenimos, puso en nuestra naturaleza todo lo necesario para alcanzar el éxito en este mundo, y también para que podamos ver coronado nuestro destino final, que es obtener la ciudadanía celestial. Nadie debe menospreciar tu juventud; sobre todo, no la menosprecies tú misma. Josué fue puesto por Dios frente a un inmenso desafío cuando apenas era un joven. Sin embargo, la orden fue muy clara: debía guiar al pueblo de Israel a la conquista de la tierra prometida. En tan elevado encargo no estuvo solo, fue sustentado en todo momento por la promesa más maravillosa que un ser humano pueda recibir: “Nadie podrá hacerte frente en todos los días de tu vida […] estaré contigo; no te dejaré ni te desampararé” (Jos. 1:5, RVR 95).
La joven reina Ester se enfrentó a los hombres de poder de su tiempo con una expresión de confianza absoluta en su Señor: “Y si me matan, que me maten” (Est. 4:16). Qué alentador, qué sublime privilegio es que Dios mismo se acerque a alguien en plena juventud y, sin intermediarios, le ofrezca compañía, cuidado, fortaleza y sabiduría para cumplir una misión.
Lo maravilloso es que ese milagro se repite en ti, joven. Hoy, la juventud es la fuerza que mueve el mundo. Es por ustedes y con ustedes que se llevará a cabo el plan de Dios para la humanidad. Ustedes son las guerreras que van a la vanguardia en la gran controversia entre el bien y el mal; el éxito de esta guerra cósmica estará determinado por la fuerza de la juventud, la experiencia de los adultos y la gracia y el poder de Dios.
Cada mañana, preséntate ante Dios en oración, y sal a cumplir tus deberes con la certeza de que has sido escogida y llamada por él. Este llamamiento implica responsabilidad personal, esfuerzo sin bajar la guardia, confianza en tus habilidades y desarrollo constante de tus potencialidades. Y, sobre todo, anímense unas a otras, recordando que, a los que confían en Dios y trabajan de acuerdo a esa fe, todo les será concedido.