Por eso el hombre dejará a su padre ya su madre, y se unirá a su mujer, y serán un solo ser (Génesis 2:24).
EMA Y SU ÚNICO HIJO ERAN ADVENTISTAS, su esposo nunca lo había sido y tampoco tenía interés en serlo. Durante muchos años de estado peleado y la relación se había desgastado. Ella estaba segura que si su esposo le entregaba el corazón a Dios podría recuperar lo que estaba perdido, pero él parecía decidido a permanecer como estaban. Finalmente, Ema tomó la decisión de separarse e ir a dormir en otra habitación. Estando en esa situación, quería saber si yo apoyaba una separación completa, ya que había conocido a un hombre interesado en ella.
Se sorprendió cuando le pregunté si su esposo la había engañado alguna vez, y al escuchar su respuesta negativa, procedí a mostrarle con la Biblia el criterio divino sobre el matrimonio.
En su ministerio terrenal, Jesús fue interrogado por los fariseos para saber qué opinión tenía sobre el matrimonio y el divorcio. Jesús respondió con las palabras del Génesis: «Por esto el hombre dejará a su padre ya su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán un solo ser» (Mat. 19: 5). Luego mostró cómo ve Dios a la unión matrimonial al decir: «Así que ya no son dos, sino un solo ser. Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe nadie »(vers. 6). Dios consiente el divorcio solo «por causa de fornicación» (vers. 9); cualquier otro motivo de separación, lleva a los cónyuges a cometer adulterio.
Nuestra cultura actual tomó con mucha liviandad los votos matrimoniales. Se ve casi con naturalidad que actores, políticos y gente de la farándula terminen una relación. Lejos quedó el respeto y la santidad con que Dios realizara la primera unión matrimonial en el Edén.
Pero, aun así, los cristianos tenemos el deber de mostrar en nuestras vidas la voluntad divina. «Somos el Edén, somos la utopía de Dios y no hay olvido para ello. Abandonemos el hastío de la relatividad para, sin fanatismos, pero con identidad, enarbolar la grandeza y la hermosura de los mensajes de Cristo […] En los turbulentos días de los herodianos, Jesús tuvo a bien recordar que el matrimonio fue diseño del cielo, que no hay casuística que encorsete el amor. En la hora de la posmodernidad, el Espíritu nos ilumina en la Palabra recordándonos que no hay más luz que la suya […] que no es cosa de hombres separar lo que Dios ha unido “(Víctor Armenteros, El silencio en la mirada : aplicaciones exegéticas a Dt 24,1-4, p. 84).