Miercoles 4 de Noviembre – DULCE ORACIÓN – Devocion Matutina para Damas

«El fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración» (1 Ped. 4:7, RV60).

Una fría mañana de invierno, en la hermosa ciudad de Guatemala, un pastor pedía a los hermanos presentes que levantaran la mano si oraban al menos durante treinta minutos consecutivos todas las mañanas. El silencio no se hizo esperar. Ni un solo brazo se levantó. Aparentemente, nadie dedicaba tiempo a la oración matinal; o, como mucho, aquellas personas oraban rápidamente antes de salir de la casa. Digamos que como algo formal, repetitivo, rutinario, pero no para conectar a solas con el Señor. Pero es que los resultados de uno y otro tipo de oración son muy diferentes. Creo que todas lo sabemos por experiencia propia.

La oración es un bellísimo ritual que se practica en la intimidad y que nos conecta con el Todopoderoso Padre celestial. Es una experiencia mental que nos da fortaleza espiritual y nos ayuda a organizar las ideas y a pausar este acelerado ritmo con el que vivimos. Cuando se tiene el concepto correcto de lo que es orar, media hora cada día no parece mucho tiempo, sino poco.

¿Conoces el himno Dulce oración? Es uno de mis favoritos. Su letra dice así:

«Dulce oración, dulce oración,

de toda influencia mundanal

elevas tú mi corazón al tierno Padre celestial.

¡Oh, cuántas veces tuve en ti auxilio en ruda tentación!

Y cuántos bienes recibí mediante ti, dulce oración».

Su autor, William Batchelder Bradbury (1816-1868) fue un músico que supo expresarle a Dios sus sentimientos de manera poética y musical. Ese don que el Señor le dio nos sigue bendiciendo hoy, haciéndonos reflexionar en el significado de orar a Dios cada mañana. Orar es una forma de separarse de todo lo que nos arrastra en el mundo para elevarnos a la presencia del Padre celestial, donde encontramos ayuda para resistir la tentación, y quien nos provee todas las bendiciones de las cuales gozamos en esta vida. Ciertamente es difícil encontrar algo más dulce que la oración.

Querida amiga, nunca olvides que la oración es la fuente de poder para la mujer cristiana. De ella derivaba el poder de Cristo; de ella deriva el nuestro también. Por eso, Dios nos dice a través de las Sagradas Escrituras: «Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jer. 33:3, RV95).

Radio Adventista

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