En primer lugar, te ruego que ores por todos los seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos. Ora de ese modo por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada por la devoción a Dios y la dignidad. 1 Timoteo 2:1,2.
El vicepresidente Truman salió corriendo de la sala de reuniones, cruzó el sótano del Capitolio y pasó por el túnel que lo conduciría al edificio de la Oficina del Senado. Le palpitaba violentamente el corazón cuando ordenó a su chofer que le trajera el automóvil.
-A la Casa Blanca, por la entrada de la Avenida Pennsylvania -ordenó. En pocos minutos estaba en la casa de la Sra. Roosevelt.
-Harry -dijo la señora-, el presidente ha muerto.
-¡Oh, no! -le corrían las lágrimas por las mejillas a Truman-. ¿Hay algo que pueda hacer por usted?
-Me gustaría ir a Warm Springs y traer su cuerpo a casa -respondió la viuda-, ¿Estaría bien si uso el avión del gobierno?
Se quedó mirándola por unos momentos, sin comprender por qué le hacía esa pregunta. Fue entonces que pudo percibir la trascendencia de la situación. Él era el nuevo presidente.
-Por supuesto, Sra. Roosevelt. Haremos todo cuanto podamos para ayudar.
En un estado de confusión, llamó al jefe de la Corte Suprema, Harían Stone, para que le tomara el juramento presidencial. Luego llamó a su esposa y le pidió que lo acompañara en la ceremonia.
Todo parecía tan irreal, tan inesperado. Harry S. Truman había sido vicepresidente menos de tres meses, y sentía que no estaba preparado para asumir la responsabilidad que ahora se le encomendaba.
Al día siguiente dijo a los reporteros:
-Muchachos, si alguno de ustedes acostumbra orar, por favor, ore por mí. No sé si alguna vez han sentido lo que es soportar el peso de un fardo de heno, pero cuando ayer me enteré de lo sucedido, sentí que el sol, la luna, las estrellas y todos los planetas caían sobre mí.
No envidio la responsabilidad de los presidentes o los primeros ministros. La felicidad y el bienestar de millones de personas descansan sobre sus hombros. Fuentes de trabajo para los desempleados, viviendas para los que no las tienen, cuidado y atención de los enfermos y alimentos para los hambrientos son preocupaciones legítimas y muy profundas que frecuentemente tienen. Las guerras nucleares, las huelgas, el terrorismo y los derechos humanos son parte de los grandes problemas con los que se acuestan todas las noches. No olvides orar por ellos hoy. ¡Necesitan tus oraciones!