«Todo lo que hagan, háganlo con amor». (1 Corintios 16: 14)
El lenguaje del amor es realmente sencillo, pero cuánto nos cuesta A aprenderlo. Pueden ser muchas las razones por las cuales algunas personas, aun amando, no saben expresarlo. La timidez, la vergüenza, la inseguridad y creencias erróneas son los motivos más frecuentes que encadenan los afectos, encerrándolos en un nicho de frialdad. Algunos creen que expresar amor los hace vulnerables, y lo consideran un signo de debilidad; se sienten expuestos frente a los demás. Elena G. de White dice: «Son muchos los que consideran la manifestación del amor como una debilidad y permanecen en tal retraimiento que repele a los demás. […] El amor no puede permanecer a menos que sea expresado» (El hogar cristiano, cap. 16, pág. 101).
La dificultad de muchos radica en el hecho de que nadie les ha enseñado a amar; sin lugar a dudas, aman, pero desconocen la forma de expresar su amor. Y son muchos también los que frente a un corazón aparentemente congelado e indiferente tienen miedo a sufrir y ser víctimas de rechazo. Sin embargo, todos los seres humanos hemos nacido con la capacidad de dar y recibir amor. Es una virtud inherente a nuestra naturaleza que debemos desarrollar. El amor expresado en sus diferentes formas posee un poder extraordinario que puede hacer que lo aparentemente imposible sea posible. Puede realizar milagros, cambiar vidas y proveer sanidad.
La Palabra de Dios afirma que el amor puede ser aprendido y exhorta a las mujeres maduras y de experiencia a ser maestras en el arte del amor (ver Tito 2:4). Esto nos dice que, sin excepción, podemos ejercitarnos y aprender a manifestar amor. Erick Fromm, en su libro El arte de amar, propone al amor como la respuesta a la existencia humana; es decir, todos necesitamos amor para vivir con salud y plenitud.
Los gestos, los movimientos corporales, la cercanía física, la vehemencia y el énfasis con que decimos las cosas son instrumentos a través de los cuales podemos expresar amor. Elena G. de White declara: «Los ángeles se deleitan en morar en un hogar donde vive el amor, y este se expresa tanto en las miradas y las palabras como en los actos» (El hogar cristiano, cap. 69, pág. 405).
Amiga, no permitas que ningún miembro de tu familia viva con desnutrición emocional; comienza el día haciéndoles evidente el amor que sientes por ellos. Para hacerlo, necesitas recibir la caricia de Dios. Inclínate reverente ante su presencia y recibe su amor y su cariño.