Sábado 17 de diciembre. Matutina para jóvenes “Obediencia absoluta”

Sábado 17 de diciembre. Matutina para jóvenes “Obediencia absoluta”   

«Todo el mundo sabe que ustedes obedecen a Dios» (Romanos 16: 19, TLA).

Impresionado por la obediencia de los monjes de un monasterio que se hallaba dentro de sus dominios, un rey decidió unirse a ellos. Se acercó al encargado del recinto y le preguntó:

— ¿Podría quedarme aquí y llevar una vida contemplativa como lo hacen ustedes?

—Su Majestad, es consciente de lo que significa hacer un voto de obediencia.

—Sí —contestó el rey—, y estoy decidido a ser obediente.

—Muy bien, su Majestad, en ese caso usted solo tiene que hacer una cosa: vuelva a su palacio y desde allí sirva con fidelidad a su pueblo y obedezca a Dios.

El rey captó la lección y desde entonces se convirtió en un mejor monarca.

Dios no precisa de una obediencia limitada a cuatro paredes. El respeto a los mandamientos del Señor no se muestra encerrándonos a orar todo el día en una habitación. Jesús espera una obediencia dinámica, activa, que se haga evidente no solo en la iglesia, sino en nuestro puesto del deber. Hemos de ser obedientes en el trabajo, en la casa, en la escuela, en la universidad… Allí donde día a día cumplimos con nuestras responsabilidades diarias.

¿Te acuerdas de Saúl, el primer rey de Israel? Era el típico creyente que supone que una apariencia de religiosidad es suficiente. Así que un día, Dios le envió este mensaje: «Más le agrada al Señor que se le obedezca, y no que se le ofrezcan sacrificios y holocaustos; vale más obedecerlo y prestarle atención que ofrecerle sacrificios y grasa de Carneros” (1 Samuel 15:22).

La obediencia genuina es lo que Dios espera de cada uno de nosotros. Pero no ha de ser una obediencia solo de apariencia, como la de Saúl. Ha de ser una obediencia que cale en lo más profundo de nuestro corazón, de tal manera que podamos derribar «argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10: 5, RV95). ¡El Señor espera que seamos obedientes hasta con el pensamiento!

Sin embargo, aunque Jesús anhela que seamos obedientes en nuestro diario vivir, ha de quedar bien claro que nuestra salvación no depende de nuestra obediencia. La vida eterna la tenemos garantizada por la obediencia de uno (Romanos 5: 19). ¿Sabes quién es ese «uno»? ¡Jesús!

#SerObedientes #valores

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