Domingo 9 de octubre. Matutina para damas – “Mientras somos imperfectas”

Domingo 9 de octubre. Matutina para damas – “Mientras somos imperfectas”

«Cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá» (1 Cor. 13: 10, NVI).

“La clave de la compasión es la aceptación. Cuanto más nos aceptamos a nosotras mismas y a los demás, más compasivas somos”. Brené Brown

LA ESCUELA ofrecía un recital que tenía como protagonistas a los niños de preescolar. Los padres, entusiasmados, disparaban sus flashes, aplaudían y lanzaban gritos de cariño a los veinticinco pequeños cantantes. Entre ellos había una alumna de tres añitos, nueva en la clase, que se pasó toda la función llorando porque no veía a su mamá desde el escenario. Atascada en el tráfico, la mamá se perdió la actividad de principio a fin.

Cuando aquella mujer llegó a la escuela, entró corriendo y escaneó con la vista a la multitud para encontrar a su hija. Por fin la localizó: estaba llorando en brazos de la maestra, y siendo ambas observadas por varias madres, que movían la cabeza con gesto de desaprobación. Como salida de la nada, otra mamá fue directa hacia la mujer, que para entonces también estaba llorando, y con una sonrisa le puso el brazo en el hombro y le dijo: «Yo me perdí la última función, pero no porque llegara tarde, sino porque la olvidé por completo». Inmediatamente la mamá estresada se relajó; sus lágrimas desaparecieron. La empática mujer añadió: «En otra ocasión mi hijo fue el único que asistió sin pijama a una fiesta de pijamas, y hasta el día de hoy me recuerda que aquel fue el peor día de su vida. Así que no te preocupes, estamos todas en el mismo barco».

Es fácil juzgar a los demás cuando los vemos cometer un error muy visible; de hecho, suele ser nuestra primera reacción, porque es un mecanismo de defensa. Es más sencillo que admitir que también nosotras somos imperfectas. Requiere ser valiente mirar este tipo de escenas con ojos que digan «yo también me equivoco, yo cometo errores incluso peores», y desde esa aceptación de la propia imperfección hacer surgir la empatía. Pero la compasión no puede surgir de un sentimiento de superioridad sino del reconocimiento de que somos iguales, de que compartimos la misma humanidad y, por lo tanto, las mismas imperfecciones. La esencia de la compasión es la aceptación de nosotras mismas, y de los demás.

Tenemos la costumbre de culpar a otros por todo: a nuestros padres, nuestros jefes, nuestros hijos y conocidos, a políticos y maestros… Cuánto mejor sería nuestro mundo si en lugar de culpar, ofreciéramos compasión.

 

Radio Adventista

View all contributions by