Miércoles 12 de octubre. Matutina para damas – “El Sermón del Monte”
«La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios» (1 Cor. 1: 18, RV95).
“No juzguen los ideales divinos por mi incapacidad de vivir a la altura de ellos”. León Tolstói
VIRGINIA STEM, profesora de la Universidad de Texas, Estados Unidos, pidió a sus alumnos que hicieran un trabajo sobre el Sermón del Monte. Simplemente debían comentar por escrito qué les parecía, qué efecto causaba en ellos leer esa porción de la Biblia. Ella esperaba que respetaran el texto como de inspiración divina, pero se vio sorprendida ante las reacciones de sus estudiantes: «En mi opinión, la religión es un engaño» escribió uno; «No hay que creer todo lo que se lee, y eso se aplica en este caso», afirmó otro; «Lo que este sermón nos pide que hagamos es absurdo», dijo uno más. Virginia se sintió extrañamente satisfecha de que este pasaje, que constituye el corazón mismo de las Escrituras, continúe siendo hoy, dos mil años después de su pronunciación, tan ofensivo a la mayoría como lo fue en su momento.
Ofensivo, sí, no cabe duda; el Sermón del Monte lo fue, y lo sigue siendo, para «las multitudes que están en ignorancia y en error» (El Deseado de todas las gentes, cap. 31, p. 269). Con él, Jesús «trató de deshacer la obra que había sido hecha por una falsa educación, y de dar a sus oyentes un concepto correcto de su reino y de su propio carácter» (ibíd., pp. 270-271). Por eso generó, y sigue generando, reacciones adversas, comentarios de que es imposible vivir a la altura del ideal que presenta o, yéndonos al extremo contrario, cristianos legalistas que están igual de alejados del ideal.
¿Qué nos viene a decir Jesús en este discurso? Básicamente nos muestra cómo es Dios y nos invita a conocerlo cada vez mejor, de modo que nos sintamos atraídas a imitarlo (dentro, claro está, de nuestras limitaciones).
«Las verdades que enseñó no son menos importantes para nosotros que para la multitud que le seguía. No necesitamos menos que dicha multitud conocer los principios fundamentales del reino de Dios» (ibíd., p. 271). Por eso, estudiar el Sermón del Monte (Mateo 5) es vital; contiene la esencia del mensaje cristiano. Leerlo para integrarlo a nuestra vida, sin decepcionarnos porque a nuestro alrededor hay personas cristianas que viven alejadas del ideal presentado allí por el Maestro. Que eso no afecte al modo en que nosotras vivimos sus ideales.