«Aunque andamos en la carne, no militamos según la carne.» 2 Cor. 10:3
Auguste Comte dijo: «El amor como principio, el orden como base y el progreso como fin.» Este autor influyó tanto en la sociedad que el positivismo impregno el pensamiento científico y todo se llenó de etiquetas. Es curioso, un mundo tan precisamente clasificado y tan desordenado moralmente.
En la iglesia de Corinto, todo y todos tienen su etiqueta: los de Afrodita (sensualistas), Hera (matrimonialistas) o Dionisio (espitas); los de Apolo (curanderos), Asclepio (médicos), o Poseidón (marineros); los de la carne, los del caos y los judaizantes. Muchas clasificaciones, pero ningún orden. Poco a poco, Pablo orienta sobre las prioridades de Dios, sobre la preeminencia del amor genuino, el espacio y tiempo de los dones. Proponga que todas las cosas se hagan con sentido común, de manera correcta y reflexionando moralmente. add que deben existir, además, pautas que acerquen a la verdad y alejen de la confusión. La única etiqueta es «cristiano» y el único modelo es Cristo.
Cristo no habla en su taxonomía de liberales o conservadores, sensualistas o normativistas, históricos o aggiornados. Jesús clasifica a la humanidad en trigo-ovejas (creyentes) o cizaña-cabras (no creyentes). Un creyente, por naturaleza, es decente y, por definición, es ordenado. Un creyente promueve la honestidad porque en lo correcto hay crecimiento y equilibrio; a su vez, potencia el orden porque vivimos en un mundo en el que los valores están alterados. De ahí que se aconseje: «Deben realizar una obra que requiere mucho tacto, siendo que han sido llamados a combatir en la iglesia la desunión, el rencor, la envidia y los celos, y necesitan trabajar con el espíritu de Cristo para poner las cosas en orden. Deben darse fieles amonestaciones, el pecado debe ser reprendido, lo torcido, enderezado, no solamente por la obra del ministro desde el púlpito, sino también por medio de la obra personal. El corazón descarriado podrá desaprobar el mensaje, juzgando incorrectamente y criticando al siervo de Dios. Recuerde este entonces que “la sabiduría que es de lo alto, primeramente, es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no fingida. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen paz” (Santiago 3:17-18].» (Elena G. White, Los hechos de los Apóstoles, p. 420). Y tú eres un creyente. Recuerda: la única etiqueta es «cristiano» y el único modelo es Cristo.
Nos podríamos permitir cierta rectificación de la frase de Comte y afirmar: «El Amor como principio, el Orden como base y la Redención como fin».