Miércoles 25 de enero. Matutina para damas – “El efecto de sonido de Dios”

Miércoles 25 de enero. Matutina para damas – “El efecto de sonido de Dios”

“La voz de tu trueno estaba en el torbellino; tus relámpagos alumbraron el mundo; se estremeció y tembló la tierra” (Sal. 77:18).

A veces, Dios responde a nuestras oraciones en las formas más Inesperadas e Interesantes. MI esposo y yo servimos como misioneros en África hace unos años. Cuando estaba trabajando como auditor, lo acompañé en algunos de sus largos viajes. Me gustaba dar alguna charla durante las reuniones del fin de semana. En uno de nuestros viajes de auditoría, el pastor de la iglesia local me invitó a dar el sermón. En ese momento, yo acababa de perder a mi madre, y mi corazón se sentía profundamente triste y solitario. Temprano aquella mañana en que yo debía predicar, se me ocurrió abrir un sobre que contenía fotos de mí madre. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Lloré durante una hora, aproximadamente. Una mirada en el espejo reveló que mis ojos estaban hinchados. ¡No podía pararme frente a una congregación con aquel aspecto! Oré fervientemente para que me liberaran del compromiso de predicar. “Por favor, Señor”, le imploré, “envía a alguien para que ocupe mi lugar”.

Fui a la iglesia temprano, con la esperanza de encontrar a un pastor o a otro misionero que estuvieran de visita -o a cualquiera que pudiera predicar en mi lugar- Tomé asiento en la banca de atrás, mirando a cada persona que entraba en el templo. Pronto llegó el momento de la predicación, y tenía que prepararme para ¡r al frente. Dios no había enviado a nadie, y yo tenía que predicar. Sin embargo, admito que estaba renuente, como Jonás.

A pocos minutos de haber comenzado el sermón, narré una parábola africana que tenía que ver con la erupción de un volcán. Con gran expresión, dije: “De repente, ¡una fuerte explosión dividió el aire!” La palabra “aire” estaba apenas fuera de mi boca, cuando el fuerte sonido de un trueno nos sacudió a todos. Esperé unos minutos a que la reacción se calmara, luego miré a la congregación y noté algunas miradas extrañas. Al final del culto, un buen número de personas comentó aquel “efecto de sonido”. Un hombre me preguntó: “¿Le pediste a Dios ese trueno?” Admití que no… pero que había llegado como una sorpresa perfecta. Lo más increíble es que antes del culto el cielo estaba totalmente despejado.

Me gusta pensar que Dios me habló en ese trueno, reafirmando mi comisión a través de mi compromiso de predicar a pesar de mi dolor. ¡Qué Dios tan maravilloso tenemos!

 

Radio Adventista

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