Viernes 28 de octubre. Matutina para adultos – ¿Hablaremos chino en el cielo?
«Después de esto miré, y vi una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en sus manos». Apocalipsis 7: 9
UNO DE CADA CINCO HABITANTES del mundo vive en la China: 1.300 millones de seres humanos hablan chino. (¡Y pareció que nos tropezamos con la mitad de ellos en el tráfico de Shanghái!). Mira, si Dios decide salvar a China, puedes contar con que hablaremos chino en el cielo, porque hay más chinos en la tierra que gente de ningún otro sitio. Pero algunos se preguntan si Dios salvará a China. ¿Puede hacerlo?
Cuando al anciano Juan se le muestra una escena del cielo venidero, ¿te has fijado cuántos dice el texto de hoy que habrá allí? «Miré, y vi una gran multitud, la cual nadie podía contar» (Apoc. 7: 9). El término griego traducido «contar» o «numerar» es arithmesai, de donde proviene nuestra palabra «aritmética». Juan exclama: «¡Vi tanta gente en el cielo que nadie podía aplicarle la aritmética!». ¿Cuánta gente es esa? Bueno, tendría que ser más que la mayor cifra que Juan saque a relucir en el Apocalipsis, ¿no? Según señala Dan Smith en su libro Lord, I Have a Question, ese número aparece dos capítulos más tarde, cuando Juan describe un ejército de doscientos millones de jinetes (Apoc. 9: 16). Pero aquí Juan dice que el número es tan grande que supera cualquier cálculo. ¿Qué quiere decir? Cuando Dios hace aritmética de salvación, ¡no puedes ni empezar a contar sus cifras!
¿Podría ser ese nuestro problema? Hace años, J. B. Phillips escribió un libro titulado Your God Is Too Small [Tu Dios es demasiado pequeño]. ¿Es demasiado pequeño para manejar números grandes? Jonás creía que sí. ¿Te acuerdas de que Dios recordó al contrariado profeta que en Nínive había «más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda» (Jon. 4: 11)? «¡No puedo permitir que tanta gente se pierda sin darles otra oportunidad!», exclamó Dios. Y, por eso, los salvó. Con un Dios así, ¿es de extrañar que Juan no pudiera contar el número de los redimidos en el cielo?