Miércoles 1 de febrero. Matutina jóvenes – “Oídos sordos”
“Al necio le parece bien lo que emprende, pero el sabio atiende al consejo” (Proverbios 72:75, NVI).
La historia de la NASA y de las misiones espaciales estadounidenses está plagada de accidentes fatales. Hoy recordamos el trágico accidente del trasbordador espacial Columbia, ocurrido el 1“ de febrero de 2003, cuando se desintegró sobre Texas y sobre Luisiana en su reingreso a la atmósfera terrestre y mató a los siete tripulantes.
Los problemas del Columbia no comenzaron en su regreso a Tierra, sino desde su despegue. Durante el lanzamiento, una pieza de aislamiento de espuma se desprendió y golpeó el ala izquierda. Durante la mayoría de los lanzamientos anteriores habían ocurrido daños menores por desprendimiento de espuma. Algunos ingenieros sospecharon un gran daño, pero los administradores de la NASA razonaron que la tripulación no podría haber solucionado el problema.
Cuando reingresó en la atmósfera, el daño permitió que los gases atmosféricos calientes penetraran y destruyeran la estructura interna del ala, lo que provocó que la nave se volviera inestable y, poco a poco, se rompiera. Lo notable de este accidente es que, con todos los estándares de seguridad con que cuenta la NASA, los responsables del programa desoyeron las advertencias de los ingenieros acerca de las consecuencias nefastas que ese mínimo accidente podía tener para el trasbordador. Después de todo, ¡solo era un trozo de espuma para aislamiento!
Muchas veces, hacemos oídos sordos a quienes sabiamente tratan de aconsejarnos. En ocasiones, hasta percibimos que podría haber algo de verdad en aquello sobre lo que tratan de advertirnos, pero lo desestimamos, pensando que es un asunto de poca monta, un detalle sin importancia. Para una nave de tamaña complejidad, no hay detalles sin importancia. Ese “detalle” costó la vida de siete personas, y puso en riesgo la continuidad del programa espacial estadounidense, que fue suspendido totalmente por dos años.
De la misma manera, nuestra vida y nuestras relaciones interpersonales son tan complejas que no podemos dejar nada librado al azar. No existen detalles irrelevantes. Cuando descuidamos aspectos clave de nuestro ser como, por ejemplo, el espiritual, podemos terminar con nuestra vida hecha pedazos, al igual que terminó el trasbordador Columbia. Descuidar en nuestra vida espiritual “detalles” como la oración, la lectura diaria de la Biblia o la testificación puede llevarnos a la ruina.
Para el necio, su manera de actuar siempre es la correcta. Por el contrario, el sabio presta atención a los consejos. Hoy, decide escuchar a quienes están preocupados por tu vida espiritual, y sigue los consejos divinos.