Domingo 12 de febrero. Matutina damas – “No puedes superar en generosidad a Dios”

Domingo 12 de febrero. Matutina damas – “No puedes superar en generosidad a Dios”

“Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”
(Luc. 6:38).

Vivimos en tiempos de dificultades económicas. No es fácil encontrar trabajo. Mucha gente está apurada. No llegan a fin de mes y viven esperando su próxima paga. Es una situación precaria. SI tienes trabajo, tal vez la empresa te haya recortado el número de horas laborales. Trabajar horas extras ya no es una opción para muchas personas. Las ejecuciones de hipotecas ocurren en todas partes. Jóvenes familias no pueden permitirse devolvgfitís préstamos que pidieron para pagarse los estudios.

Tengo un puesto directivo en una compañía; llevo siete años allí. Oigo cómo muchos compañeros se quejan de que ya no pueden hacer horas extras. A mí, en cambio, desde que trabajo en esta empresa, mi jefe me ha programado dos horas y media extras cada semana. Esto significa que cobro diez horas extras al mes. Me siento muy agradecida. Sin embargo, en cierto sentido, eso no me sorprende, porque sé quién me bendice con estas horas extras. Es el Dios que cumple sus promesas.

En Malaquías3:10al 12 promete que si le devolvemos un diezmo íntegro (el diez por ciento de todas nuestras ganancias), él nos bendecirá. Yo devuelvo el diezmo íntegro de todos mis Ingresos, y Dios vela por mí, cumpliendo sus promesas. Para mí, honrar al Señor por medio de mi devolución del diezmo ha sido mi “remedio” para superar los apuros económicos. Aunque afronto desafíos, de algún modo Dios hace posible que la persona que nos programa las horas de trabajo vea mis horas extras como “normales”.
He recibido tantas bendiciones del Señor, que no puedo contarlas. Por ejemplo, una vez necesitaba una cirugía ocular. Calculé que la factura ascendería a unos 8.000 dólares, pero cuando llegaron las facturas médicas, la cifra a pagar era de solo 4.830 dólares. Dios, de«lgún modo, se había ocupado del resto.
Nunca he dejado de pagar mis facturas a tiempo, porque mis bolsillos están protegidos por Dios. Creo que él me bendice, conforme a su promesa, porque yo lo honro a él.
Padre, enséñame cada día a considerar una bendición el devolverte fielmente lo que te pertenece, pues tú eres siempre más que generoso conmigo. Amén.

 

Radio Adventista

View all contributions by