Domingo 21 de agosto. Matinal mujeres – Todo lo que necesitamos
«Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él procede nuestra fe y él es quien la perfecciona» (Heb. 12:2).
“Uno no se da cuenta de que lo único que necesita es a Jesús hasta que lo único que le queda es Jesús”. Timothy Keller
HOY ESTOY TRISTE. En mi país, España, el índice de suicidios ha aumentado un once por ciento el último año. La estadística es escalofriante: cada año se suicidan 3,500 personas. Eso significa que a lo largo de este mes, se quitarán la vida 292 personas; casi diez al día. En este momento, mientras escribo, alguien debe de estar cortándose las venas, o tirándose desde lo alto de un edificio, o colgándose de una cuerda en el desván; todos dejando este mundo sin esperanza. ¿La razón de este drama? La crisis económica.
Todas nos quedamos paralizadas y sin norte cuando perdemos aquello en lo que encontrábamos nuestra seguridad y plenitud; aquello que constituía la base de nuestra identidad y de nuestra realización personal. Incluso para nosotras es fácil caer en ese sutil engaño de dar la máxima prioridad a ciertas cosas de la vida, llámense hijos, esposo, trabajo, familia, éxito… La idolatría tiene caminos muy sutiles, y nos atrapa con gran facilidad. Solo Dios puede dar sentido, esperanza y plenitud a nuestra vida, sean cuales sean las circunstancias que nos rodean. Nos damos cuenta cuando perdemos aquello en lo que hemos estado basando nuestra felicidad. Cuidado con las esclavitudes con que el mundo nos atrapa, y que son tan antiguas como la humanidad misma. Se llaman ídolos, y a nosotras nos parece que no podemos vivir sin ellos, porque han reemplazado a Dios en nuestro corazón y en nuestra escala de valores.
«El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1 Juan 5:12, RV95). Es así de sencillo. Por eso el cristiano no se hunde con las crisis, aunque sean tan grandes como la que está sacudiendo mi país. El cristiano maduro vive de su cercanía a Dios, respira de la presencia de Dios, espera en la salvación de Dios, confía en la protección de Dios; y cuando llegan los malos tiempos, se aferra de la mano de Dios, no importa lo que le espere, desempleo, pobreza o pérdida de bienes… Esas solo son circunstancias de la vida. Duras, qué duda cabe, pero pasajeras.
Mientras Jesús sea lo único que nos queda, tenemos todo lo que necesitamos.