Domingo 11 de diciembre. Matinal damas – “Ni blanco ni negro: gris”
«¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios» (Miq.. 6: 8, NVI).
“Nuestra naturaleza humana nos hace pensar razonablemente y actuar insensatamente”. Anatole France
OTRA DE LAS GRANDES REFLEXIONES sobre las incongruencias del comportamiento humano, a las que nos condujo Henri Nowen, surgió de las palabras de una niña de cuatro añitos llamada Jessie, Jessie encontró una mañana un gorrión muerto en el alféizar de su ventana; seguramente se había estrellado contra el cristal, y allí estaba el cuerpecito sin vida del pajarito, que puso profundamente triste a la pequeña. Intensamente preocupada, le preguntó a su padre, «¿Dónde está ahora el pajarito?». Él le dijo que no lo sabía «¿Y por qué murió?», siguió preguntando ella. «Porque los pájaros, igual que las personas, también regresan al polvo de la tierra», respondió el papá lo mejor que supo. «Entonces tenemos que enterrarlo», añadió Jessie. Y se dispusieron a hacerlo, acompañados de la mamá y la hermanita.
Al finalizar aquel entierro tan peculiar, el papá preguntó a su hijita si quería hacer una oración. «Sí —respondió ella. Y comenzó a orar—. Querido Dios, acabamos de enterrar a este gorrioncito. Por favor, sé bueno con los gorriones, o te mataré. Amén». Impresionado por aquella oración tan extraña, el papá de Jessie le dijo mientras regresaban a la casa: «No tenías por qué amenazar a Dios». A lo que ella respondió: «Solo quería asegurarme bien de que él entendía lo que yo le estaba diciendo».
Ni los malos son tan malos, ni los buenos son tan buenos; somos simplemente humanos y, como tal, tenemos nuestros momentos de cordura y nuestros momentos de insensatez; con los demás, con Dios y con nosotros mismos. Momentos llenos de compasión hacia el otro a veces; momentos en los que somos injustas, implacables, intolerantes, amenazantes, abusivas… Como niñas pequeñas e inmaduras, nos toca aprender el equilibrio en todas las cosas; aceptar lo que somos y aprender, de la mano de Dios cada día, lo que es justo, misericordioso, y lo que Dios demanda de nosotras.
Como bien dijo Anatole France: «Nuestra naturaleza humana nos hace pensar razonablemente y actuar insensatamente». Con la ayuda de Dios podemos potenciar la razón e ir reduciendo lo más posible la insensatez. Y sobre todo, ser comprensibles con la naturaleza humana del otro.