Martes 14 de Julio – Juan Dalton – Devocion Matutina para Jovenes

Tú dices: “Soy rico, tengo todo lo que quiero, ¡no necesito nada!” Y no te das cuenta de que eres un infeliz y un miserable; eres pobre, ciego y estás desnudo. (Apocalipsis 3:17).

En 1826, Juan Dalton recibió la Medalla de la Sociedad Real de Inglaterra, premio otorgado por su teoría atómica. Al inicio de la década de 1830, Juan recibió varios otros títulos honoríficos, incluyendo uno de Oxford. Poco tiempo después, fue invitado a Londres. Pero había un problema: la invitación incluía una visita al rey.

La invitación contenía estas indicaciones: “La etiqueta de la Corte requiere que venga vestido con pantalones hasta la rodilla, zapatos con hebillas y espada”.

-¿Qué puedo hacer? -consultó a los oficiales de la corte-. Deseo visitar al rey, pero soy cuáquero, y los elementos de la vestimenta mencionados son prohibidos a los cuáqueros.

– Puede venir vestido con sus túnicas de universidad -decía la respuesta. Lo que no sabían los oficiales de la Corte era que el collar de la túnica nueva era de color escarlata. Para los cuáqueros, aquello también era prohibido.

¡No había problema! Juan Dalton revisó su túnica nueva, y descubrió que el collar era “verde”. Se la puso sin miramientos. ¡Juan Dalton era acromatópsico (no podía distinguir los colores)!

Hasta el día de hoy, daltonismo es otro nombre que se da a esta enfermedad. Las personas que la sufren, no pueden distinguir un color de otro. Algunos, como Juan Dalton, pueden diferenciar el azul del amarillo, pero confunden el rojo y el verde. Otros, pueden distinguir solo el blanco, el negro y diferentes tonalidades de gris. Uno de cada doce niños nace con este problema, mientras que una de cada doscientas niñas lo padece.

No sé si eres una de las personas que padece de daltonismo en este mundo, pero estoy seguro de que sufres de algún tipo de “ceguera”. Naciste con la ceguera que produce el pecado, igual que el resto de la humanidad.

La “ceguera espiritual” dificulta la distinción entre lo bueno y lo malo. La mayoría de nosotros puede distinguir entre lo verdaderamente oscuro y las sombras pronunciadas del pecado, tales como el asesinato, el robo y el adulterio. No matamos a nuestra madre, por ejemplo, ni robamos un banco. Nos metemos en dificultades cuando incursionamos en la zona gris de la vida, en el color pastel, agradable, del pecado.

¡Querido Dios, abre nuestros ojos para que podamos ver la gravedad del pecado! Unge nuestros ojos con colirio, para que podamos distinguir lo bueno de lo malo.

Radio Adventista

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