«Cuando Roboám consolidó el reino, dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él». 2 Crónicas 12: 1
TERCO E INSOLENTE. Así se describe al autor Herbert Lockyer al rey Roboam. * Y parece muy acertada su descripción del hijo de Salomón y Naama, la amonita (1 Rey. 14: 21).
Esos indeseables rasgos de carácter, los puso de manifiesto Roboám al inicio de su reinado, cuando tuvo la preciosa oportunidad de aliviar las cargas que Salomón su padre había impuesto sobre el pueblo. En esa ocasión, movido por el orgullo, y encandilado por el deseo de ejercer su autoridad, prefirió ignorar el consejo de los ancianos para seguir el de los jóvenes príncipes que se han criado con él. Y fue así que, en lugar de disminuir el yugo que su padre había impuesto sobre el pueblo, Roboám lo incrementó. El resultado fue la división del reino: dos tribus, las de Judá y Benjamín, quedaron bajo su mando, mientras que las otras diez formaron un gobierno separado bajo el mando de Jeroboám.
Sin embargo, el asunto no terminó ahí porque Roboám, siguiendo el mal ejemplo de su padre, cometió el grave error de join a multiple esposas (2 Crón. 11:21). Además, se aseguró de que sus hijos, esparcidos por todo el territorio de Judá y Benjamín, hicieran lo mismo (vers.23). Esta fue una violación directa de la orden del Señor, en el sentido de que un rey no debe tener mujeres, para que su corazón no se desviara (Deut. 17:17).
¿Cuál fue el resultado de sus extravíos? Nuestro versículo para hoy lo señala claramente: Roboám «dejó la ley de Jehová, y todo Israel con él ». Los efectos de su mal ejemplo, no solo se sintieron dentro de su esfera familiar, sino que se extendieron por todo su reino: idolatría, sodomía y abominaciones similares a las que practicaban las naciones paganas que Dios había desechado (1 Rey. 14: 24 ).
¡Cuán resultado, por lo tanto, resultan las palabras que leemos en el libro Profetas y reyes ! «Nadie perece solo en su iniquidad […]. Conducimos a otros hacia arriba, a la felicidad y la vida inmortal, o hacia abajo, a la tristeza y la muerte eterna »(cap. 6, p. 63).
Por medio de tu influencia, ¿hacia dónde conduce a otros? ¿Hacia «arriba», a la vida inmortal, o hacia «abajo», a la muerte eterna?
Amado Padre celestial, capacítame para ser hoy una influencia positiva para las personas con las que me relacione, comenzando en mi propia familia. Sobre todo, ayúdame a vivir de tal manera que mi testimonio sea motivo de gloria y honra para tu nombre.
* Herbert Lockyer, Todos los reyes y reinas de la Biblia, Zondervan. 1961, pág. 116.