«Sobre todo revístanse de amor, que es el lazo de la perfecta unión». (Colosenses 3: 14)
El biólogo Humberto Maturana, en su teoría acerca de la biología del amor, dice: «Es más fácil ser feliz que infeliz; es más fácil amar que U no amar». Al crearnos, Dios nos dio capacidades emocionales, físicas y espirituales que nos hacen seres humanos equipados para dar y recibir amor. • Amar con toques cariñosos: el lenguaje corporal del amor se expresa
con abrazos, toques positivos, besos y acercamiento que provee apoyo. Confinar, ignorar y mantenernos a distancia de las personas que amamos mata el amor. Amar con los ojos: mirar con atención es la mejor manera de decirle a alguien que es importante para nosotras. Una inspección visual del otro, cargada de sentimientos amorosos, crea lazos de intimidad y cariño que ayudan a resistir los peores momentos. Una mirada vale más que mil palabras. Amar con los oídos. Padres, madres, esposas y esposos «sordos» abundan. Son los que construyen un muro de indiferencia, confinan a los hijos a la soledad y al abandono; solo son capaces de escucharse a sí mismos tornándose soberbios y egoístas. El amor sencillo y verdadero necesita tiempo para despojarse de las preocupaciones personales y escuchar a otros con genuino interés. Una conversación sin prisa puede ser una excelente sesión de catarsis que todos necesitamos. Amar a través del respeto: decimos «te amo» cuando manifestamos respeto y consideración. Todos tenemos gustos, intereses, expectativas y sueños diferentes. El respeto debe inducirnos a ser sensibles a los sentimientos ajenos. Atropellamos cuando nos mostramos intolerantes. «Lo siento» y «lo has hecho muy bien», aunque son frases sencillas de expresar, se hacen cada día más escasas.
Aprendamos el lenguaje del amor. Cada quien podrá expresarlo de acuerdo a su forma de ser, sin tratar de imitar a nadie. Si es a través de las palabras o los gestos, no tengamos miedo; un «te quiero» lleno de sinceridad puede mover montañas. Una caricia sincera puede curar heridas profundas.
Elena G. de White escribió: «Son las pequeñas atenciones, los numerosos incidentes cotidianos y las actitudes amables, las que constituyen la suma de la felicidad en la vida; y el descuido manifestado al no pronunciar palabras bondadosas, afectuosas y alentadoras ni poner en práctica las pequeñas atenciones, es lo que contribuye a formar la suma de la miseria de la vida» (El hogar cristiano, cap. 16, pág. 102). Tomemos la decisión de erradicar la miseria humana con la fuerza del amor.