«Jesús le contestó: “La Escritura dice: ‘No solo de pan vivirá el hombre, sino también de toda palabra que salga de los labios de Dios'”»» (Mat. 4:4).

Era un lunes por la tarde cuando mi teléfono anunció la llamada de un número desconocido. Del otro lado, sonó una voz con un acento muy particular:

-Hola, yo ser Guillermo, cuñado de Payan. Mi hija de tres meses estar en hospital, tener problema de pulmones. ¿Usted poder ayudar a mí?

– ¿Qué necesita, hermano? – le pregunté.

-Arroz, leche, comida… —me hizo saber.

-Claro que sí, venga a visitarme -le dije.

La situación era muy clara: no tenía qué comer. Cuando Guillermo llegó a mi casa, traía consigo a tres niños pequeños. La menor a duras penas podía caminar. Llevaba sus botitas llenas de barro por el largo trayecto de ocho horas que habían tenido que recorrer. Lo primero que me dijo Guillermo fue:

-Yo querer dormir hoy en su casa.

-Por supuesto que sí —le aseguré.

Los hospedé a los cuatro y pudieron darse un baño de agua caliente. Luego, los ojos de los niños se posaron fijamente en el pan y en la comida que había servido para cenar. Era evidente que tenían muchísima hambre. Yo oré rápido, para que pudieran comer cuanto antes; pero Guillermo, en su propio idioma, quiso orar también. Seguramente suplicaba por su hija y su oración duró más de dos minutos. Guillermo tenía las prioridades muy claras: primero, orar a Dios; después, comer. Y eso que tenía hambre, mucha hambre,

¿Cómo te va a ti con tus prioridades? Por ejemplo, ¿cuál es tu relación con Mateo 6:33: «¿Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten» (NTV)? ¿Es eso lo primero que buscas, el reino de Dios? ¿Y después lo manifiestas en un estilo de vida justo? ¿Y, por último, confías en que el resto está en las manos del Señor, que sabe lo que necesitas antes de que se lo pidas? Qué manera maravillosa de vivir; eso es vivir por fe.

Para mí, aquella experiencia con Guillermo supuso una llamada de atención que necesitaba. Basta ya de tanto afanarme por lo material y por hacer del pan físico la máxima prioridad. Lo más importante es la relación con Dios.