«Jehová, vuestro Dios, es el que pelea por vosotros» (Deut. 3:22, RV95).
«Por favor, ayúdeme con estas bolsas», dijo la desconocida con autoridad. A su lado estaba Josselin Euceda, de visita en la cárcel donde se encuentra su esposo. Josselin llevaba a su niña pequeña en brazos, por lo que su primera respuesta fue un sencillo «no»; pero aquella mujer no aceptaba un no por respuesta. Así que, después de mucha insistencia, Josselin cometió el error de aceptar y agarrar la bolsa sin saber lo que contenía.
Cuando llegó al punto de seguridad, el policía que la registró encontró aquella bolsa sospechosa. La rompió y quedó expuesto lo que había en su interior: estaba llena de marihuana. A Josselin se le vino el mundo encima.
– ¿Qué es esto? —demandó saber el policía.
-No es mío —acertó a decir Josselin, nerviosa, llorando–. Le juro que esa bolsa no es mía; alguien me pidió que la ayudara llevándosela y yo simplemente la ayudé…
—¡¡¡Esa bolsa no es de ella!!! -gritó de pronto una mujer que estaba observando la escena—. Yo vi como aquella muchacha se la dio —y acto seguido, ella misma fue a buscar a la joven que le había dado la bolsa a mi amiga Josselin.
La situación era en sí increíble. ¿Quién acepta introducir en la cárcel paquetes de auténticos desconocidos? ¿Quién defiende a alguien en un entorno carcelario, donde impera la ley de sálvese quien pueda? Pero todavía sucedió una tercera experiencia increíble.
-Quítese de aquí antes de que venga el coronel -susurró el policía disimuladamente al oído de Josselin.
Ella comprendió, y se alejó al instante. Pero pudo ver el final de la escena. Cuando se acercó el coronel, preguntó:
– ¿De quién es esta bolsa?
-De ella -respondió el policía señalando directamente a la culpable.
El resto de los presentes guardaron silencio. Josselin supo que el destino de aquella joven fue una acusación de tráfico de drogas y, posteriormente, la cárcel. Jossselin sabe que fue la intervención divina. Dios peleó su batalla.
Querida amiga, Dios pelea nuestras batallas. Él está pendiente de lo que nos sucede y desea que todo, lo bueno y lo malo, sea para nuestro crecimiento espiritual y para que aumente nuestra fe.