Domingo 29 de Mayo – Sueños estériles – Devocional para Damas

“Sin embargo, yo confío en que veré la bondad del Señor mientras estoy aquí, en la tierra de los vivientes” (Sal. 27:13, NTV).

¿Alguna vez te preguntaste por qué tantas matriarcas de la Biblia fueron estériles? Sara, Rebeca, Raquel, la esposa de Manoa, Ana y Elizabet; todos padecieron años de espera y esterilidad. Parece contradictorio que Dios haya tenido una misión tan importante para estas mujeres y sus hijos, y al mismo tiempo permitiera tantos anhelos frustrados, sufrimientos y lágrimas. ¿Cuáles son las áreas estériles, vacías y desoladas de tu vida hoy? Tal vez ha intentado mejorar la relación con sus padres por años. Tal vez, tus sueños profesionales cumplen sin realizarse, o aún estás buscando un compañero para la vida. La fe demanda una vulnerabilidad emocional extrema y un coraje incansable. Sin embargo, cuando año tras año las decepciones se apilan sobre nuestros corazones, tendemos a renunciar a los sueños ya ceder terreno a la desesperanza.

Muchas veces cubrimos nuestro pesimismo con una capa de “santidad”, pintando nuestros sepulcros de blanco. Nos gusta usar frases como: “No era la voluntad de Dios”; “Solo en el cielo se cumplirán todos mis sueños”; o “Tal vez eso era un ídolo para mí”. Obviamente, vivimos en un mundo pecaminoso y no todos nuestros sueños se cumplirán aquí. Sin embargo, no sabemos que Dios va a otorgarnos en la tierra de los vivientes (Sal. 27:13). A menudo usamos estas frases no porque hayamos aceptado la voluntad de Dios, luego de pelear en oración como Jacob con el Ángel, sino justamente para evitar la pelea. Renunciar a los sueños a los que Dios nos pide que renunciemos, es un acto de obediencia.

Walter Brueggemann, erudito del Antiguo Testamento, en su comentario bíblico sobre el Génesis escribe lo siguiente respecto de Abraham y Sara: “Toda la narrativa Abrahámica se basa en esta aparente contradicción: mantenerse a salvo es permanecer estéril; salir, asumiendo el riesgo, es tener esperanza”. Con fe imperfecta y muchas veces débil, Abraham y Sara asumieron el riesgo de salir de Ur. Entonces, Dios transformó la risa cínica de Sara (Gén. 18:12) en la inocente risa del pequeño Isaac (Gén. 21:6).

Señor, la fe es un don, un regalo del Cielo. Si hay sueños que he dejado morir, porque creer y esperarme dolía demasiado; o si asumí que tú no querías darme algo, y no es así, te pido perdón. Reaviva la fe en mí. Resucita la esperanza. No hay nada que tú no puedas hacer.

Radio Adventista

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