Domingo 29 de Mayo – Alabando solo a Dios – Matinal para Jóvenes

Tú, mi Dios, estás por encima de los cielos, ¡tú gloria domina toda la tierra! (Salmós 57:5).

SE CUMPLÍA UN NUEVO ANIVERSARIO de ese cuarteto cristiano de voces, y para festejar, se invitó a una variedad de conjuntos que también entonaban música con letra cristiana. Hubo uno en particular que llamó la atención. Su forma de vestir era algo llamativa. La música y el acompañamiento, por momentos, ocultaban a las voces, y la forma de mover las manos y el cuerpo bien podría haber formado parte de un show en MTV. A su término, un grupo de adolescentes silbaban y aplaudía frenéticamente, y por momentos, el auditorio parecía olvidar que estaba alabando a Dios.

En la actualidad, no es fácil para nuestra iglesia encontrar el equilibrio en cuestiones musicales. Si bien las Escrituras hablan de la música y encontramos todo un himnario en ella (el libro de Salmos), al no haber parámetros fijos sobre géneros musicales, ritmos y melodías, existe una lucha para que la música mundana y secular no invada los templos. Creo que algunas preguntas son relevantes para encontrar respuestas: ¿Qué propósito busca la persona que canta y alaba? ¿Desea llamar la atención sobre sí mismo o desea elevar el espíritu del oyente a Dios?

A través una investigación clara y profunda, el pastor Jorge Bruno establece algunos parámetros con un criterio adecuado para la alabanza en los templos: «a) El cantante o ejecutante debe estar con la actitud de humildad y reverencia que debe caracterizar a quien se presenta primeramente delante de Dios y secundariamente delante de los seres humanos; b) El cantante o ejecutante no solo debe tener habilidad y destreza, sino que también debe estar consagrado al Señor en mente y conducta. Si tiene talento, pero su vida no revela lo que canta o ejecuta, su alabanza ofende al Señor; c) Ninguna conducta (vocal, física o de ejecución del instrumento) debiera distraer la atención de la adoración a Dios y ponerla sobre el cantante o ejecutante. Están fuera de lugar el exhibicionismo, los efectos teatrales y los gestos llamativos, contorciones corporales, esfuerzos físicos exagerados, cambios repentinos y frecuentes de tonos de voz, gritar, etcétera» (Los jóvenes, el rock y la música contemporánea, pp. 232-233).

Desde que se inició la batalla entre el bien y el mal, el enemigo procuró que la alabanza esté dirigida a cualquiera, menos a Dios. Pero Dios es el único que merece ser alabado. Por eso, unámonos con David al decir: «Tú, mi Dios, estás por encima de los cielos; ¡tú gloria domina toda la tierra!». Procura que en tu alabanza no haya orgullo, vanidad ni egoísmo. Alaba y exalta solo a Dios.

Radio Adventista

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