«¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío»(Salmo. 42:5, RV60).
«Aún he de alabarle», escribió el Salmista cuando tenía el alma abatida frente a las pruebas de fuego en las que se encontraba. Muchas son las personas que, aun cuando pruebas duras y reales llegan a su vida, son capaces de hallar el camino de la alabanza. Otras, sin embargo, se pierden en sus tristezas, y se sienten aniquiladas por el desaliento. Déjame contarte la historia de una madre.
Una bebé se había formado en el vientre de esta madre, pero su pequeño corazoncito no estaba funcionando bien. Los médicos les habían dicho a los padres que era casi imposible que la pequeña pudiera sobrevivir. La familia Solano reposaba en actitud de oración y alabanza. Mientras trascurrían los días del embarazo, dedicaron el tiempo de espera a servir a Dios: formaron un grupo musical que llevaba gozo y aliento a muchas personas.
Pasaron los nueve meses del embarazo y, por fin, llegó el día del nacimiento de Gabriela Solano. Lamentablemente, sucedió lo que los médicos habían anticipado: el corazón de la pequeña Gabriela no se había formado bien; por lo tanto, no podría sobrevivir por mucho tiempo. Su mamá contemplaba, llena de nostalgia, a una pequeñísima y angelical carita con rizos tan dorados como el sol y mejillas sonrosadas… Toda una ternura. No parecía que pronto se apagaría la lucecita de su vida y que de ella quedaría apenas el recuerdo.
—Hijita, ya puedes descansar –le dijo su mamá-. Ya te conocimos y te veremos de nuevo en el cielo.
El día en que esos padres valientes enterraron el pequeñísimo cuerpecito de su bebé, ambos, juntos, interpretaron alabanzas a Dios con esperanza, repitiendo la vivencia del Salmista: «Aún he de alabarte». Una cosa es decirlo y otra es hacerlo; ellos, lo hicieron. El médico les indicó que no podrían tener más hijos, pero Hilary nació meses después de la partida de su hermanita. Es una bebé hermosa; el regalo que Dios les dio a la familia Solano Navarro. Un motivo nuevo para que sigan alabando al Señor.
Amiga, si tu alma está abatida y turbada dentro de ti, no dejes de esperar en Dios. Exalta su nombre, porque él es tu salvación. No dejes nunca de alabarle. Y si te resulta difícil hacerlo, pídele que te ayude. Todas estamos aprendiendo a ser cristianas.