“Estén sujetos los unos a los otros, por reverencia a Cristo” (Efesios 5:21).
Es imposible cerrar esta serie de reflexiones sobre el liderazgo compartido en el hogar, sin señalar como piedra angular el orden de Dios para la familia, expresado en el registro bíblico con las siguientes palabras: “Estén sujetos los unos a los otros, por reverencia a Cristo. Las esposas deben estar sujetas a sus esposos como al Señor […]. Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y dio su vida por ella […]. Hijos, obedezcan a sus padres como agrada al Señor, porque esto es justo. El primer mandamiento que contiene una promesa es este: ‘Honra a tu padre y a tu madre, para que seas feliz y vivas una larga vida en la tierra’ […]. Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino más bien edúquenlos con la disciplina y la instrucción que quiere el Señor” (Efe. 5:21, 22, 25; 6:1, 4).
Dios desea que seamos felices en nuestra familia terrenal, pues es una extensión de la eternidad. Los hijos deben obedecer en el Señor a sus padres en todo. Los hijos deshonran a sus padres y a Dios cuando usurpan el rol de estos y se rebelan a su autoridad; asimismo, los padres deben hacer que sus hijos obedezcan sin provocarlos a ira; es decir, con una autoridad cristiana basada en un amor profundo. Por su parte, las esposas no arrebaten el liderazgo que les corresponde a sus esposos; deben recordar en todo momento que Dios los ha puesto como sacerdotes de la familia. Así también, los esposos rudos y autoritarios están muy lejos del ideal de Dios, por más que piensen que lo están haciendo bien. La Biblia es muy clara: los esposos deben amar a sus esposas con amor sacrificial, como el que Cristo nos mostró a los seres humanos cuando estuvo dispuesto a morir por nosotros en la cruz.
Esposos y esposas, padres y madres, hijos e hijas cumpliremos con este ideal cuando permitamos con docilidad y humildad que Cristo Jesús more en nuestro corazón y su presencia se haga evidente en el hogar a través de nuestro comportamiento. Sigamos sus instrucciones, que tuvieron, tienen y tendrán validez para toda familia que desea formar parte de la gran familia de Dios. ¿Quién debe mandar en casa? Los principios y valores del evangelio, acatados por unos esposos que comparten el liderazgo y puestos en práctica por unos hijos que, a su debido tiempo, pueden ir tomando decisiones.