¿Cómo puede un joven mantenerse puro? Obedeciendo tu palabra. Salmo 119:9.

¿Habrá algo más limpio que un hospital? Los que allí trabajan, lavan, desinfectan y esterilizan las 24 horas del día. Las cosas no eran así en 1860, cuando el Dr. Lister llegó a ser jefe de cirujanos de la Enfermería Real de Glasgow.

Se le revolvía el estómago al Dr. Lister cuando visitaba las diferentes salas de pacientes. Prevalecían la inmundicia y el hedor por todas partes. Enfermos afiebrados yacían en catres asquerosos; y sus heridas supuraban pus. Nueve de cada diez pacientes morían de envenenamiento de la sangre o de gangrena.

-Llévese a este paciente de aquí, si quiere que recupere la salud -decía un médico-. Lléveselo a cualquier parte, a la escuela, a la iglesia o al establo, pero no al hospital, porque allí será su tumba.

“Pero ¿por qué? -se preguntaba el Dr. Lister-. Debe existir una razón por la que las heridas entran en estado de putrefacción. El hombre que resuelva este problema se ganará la bendición eterna del mundo entero”.

-Tú podrías ser ese hombre -le sugirió su amigo Tom Anderson- De paso, ¿ya leíste los escritos de Luis Pasteur?

-No -respondió-, pero lo haré.

Mientras Lister leía acerca de los microbios que fermentan el jugo de uvas y agrian la leche, se le ocurrió pensar que tal vez serían los mismos microbios que descomponen la carne. Debía encontrar la forma de eliminarlos. Por casualidad, leyó en el periódico sobre el uso del ácido fénico para eliminar el hedor de las cañerías de desagüe. “El olor pútrido de las cañerías es semejante al de la carne en descomposición. Tienen que ser los mismos microbios los causantes”.

“Usaré el ácido fénico con mis pacientes -decidió el Dr. Lister-, Humedeceré un trapo con esta solución y cubriré sus heridas. Lo usaré para limpiar los pisos, mis instrumentos quirúrgicos y mis manos. Eliminaremos así a esos microbios”.

Su plan dio resultado. Después de un año, había erradicado el envenenamiento de la sangre y la gangrena. Además se había deshecho del olor repugnante de la muerte y de carne descompuesta. La luz solar, la limpieza y el gozo reemplazaron la oscuridad, la inmundicia y la tristeza.

Nuestros corazones son como el hospital Glasgow antes de la llegada de José Lister y el ácido fénico. ¿Cuál será el “antiséptico” que usarás?