Miércoles 3 de Mayo – La oración de dedicación – Matinal Damas

Tú oirás en los cielos, en el lugar de tu morada, y harás conformar a todo aquello por lo cual el extranjero hubiere clamado a ti, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre y te teman, como tu pueblo Israel, y entiendan que tu nombre es invocado sobre esta casa que yo edifiqué. 1 Reyes 8:43.

La oración de Salomón es una de las más largas registradas en la Biblia. Parece un poema, pero fue espontáneo al ver la sublime manifestación de Dios. Cuanto más hables con Dios, tu lenguaje se volverá más reverente, y fluirán palabras de adoración y alabanza. La oración terminó abruptamente, pero de ella hay mucho que podemos aprender.

Inicia con alabanzas (vers. 15), adoración (vers. 23) y agradecimiento por las promesas cumplidas (vers. 24-27). Sigue con una confesión y solicitud de perdón (vers. 30). Luego suplica por diversos motivos: transgresiones, derrotas, necesidades físicas, protección en las batallas y plagas, sanidad, por los extranjeros, por los penitentes arrepentidos, por los habitantes de la tierra, por justicia, por los que invocan su nombre (vers. 31-53). Termina pidiendo la presencia constante de Dios, expresa el deseo de hacer la voluntad divina y obedecer sus mandamientos, y ruega la protección diaria (vers. 57-59). Después de la oración, Dios se manifestó con fuego que consumió las víctimas del holocausto (2 Crónicas 7:1-3).

Escribe tus oraciones. Incluye palabras de adoración y alabanza, confesión y admisión del pecado, agradecimiento y súplica. Guarda silencio para escuchar la manifestación de Dios y registrarlo. Anota la fecha de la oración y de la respuesta. Al final del año lee el registro y tu fe se fortalecerá.

Salomón comenzó y terminó bendiciendo al pueblo (1 Reyes 8:14, 56). Bendice, alaba y reconoce las bondades divinas. Al terminar la dedicación, el pueblo se marchó alegre de corazón. Después de haber estado con Dios, sal con una actitud de sagrada felicidad. “Nuestro Padre celestial está esperando para derramar sobre nosotros la plenitud de sus bendiciones… ¡Cuán extraño es que oremos tan poco! Dios está listo y dispuesto a escuchar la oración de sus hijos… ¿Qué pueden los ángeles del cielo pensar de unos seres humanos, pobres y sin fuerza, sujetos a la tentación, y que, sin embargo, oran tan poco y tienen tan poca fe?” (CC, pág. 94).

Radio Adventista

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