Jueves 14 julio. Devoción matutina damas – El éxito
«Al que tiene, le será dado y tendrá más» (Mat. 25: 29, RV95).
“Tendrás un sentido de destino cuando lo que más te guste hacer se combine con lo que haces mejor”. Tommy Newbery
EN UNO DE SUS LIBROS, Joyce Meyer, autora y conferencista cristiana presentadora de un programa de televisión, relata una entrevista que hizo a un pastor evangélico. «¿Cuáles son sus debilidades?», le preguntó: «En realidad, no pienso mucho en mis debilidades —respondió él—. Seguro que tengo más de una, pero no sabría decirle cuáles son porque no las analizo». Con una sonrisa maliciosa, Meyer le dijo: «Le preguntaré a su esposa, seguro que ella sí sabrá decirme qué debilidades tiene usted». Cuando la esposa del pastor entró en el estudio, Meyer la abordó con la pregunta, y la mujer contestó: «No me paro a observar sus debilidades. Mi marido tiene muchos puntos fuertes, y yo le ayudo a desarrollarlos».
Esa sí es una apuesta ganadora: centrar nuestros esfuerzos en desarrollar al máximo nuestras fortalezas. Pensando en los puntos débiles de nuestra personalidad y concentrándonos en ellos lograremos, como mucho, que sean menos flacos, pero no los llevaremos a la excelencia ni podremos sacarles un gran partido, porque siempre habrá alguien más capacitado e idóneo que nosotras. Por eso, identifiquemos aquellos talentos en los que hemos sido bendecidas por Dios de manera especial y potenciémoslos. Cuanto más consolidemos nuestros puntos fuertes, más se irá afirmando nuestra visión en la vida, y más preparadas estaremos para llevar a cabo nuestra misión personal, aquella para la que Dios nos ha equipado a cada una de nosotras.
Contaba Mark Twain un relato muy ilustrador a este respecto: «En el cielo, un hombre le dijo a Dios: “Siempre me ha gustado mucho todo lo militar; por eso quiero preguntarle: ¿quién ha sido el mejor general de todos los tiempos?”. Dios le contestó: “Ese hombre que ves ahí”, “Pero eso es imposible; yo conocía ese hombre en vida y no fue más que un simple soldado raso”. “Sí, es cierto —afirmó Dios—. Hubiera sido el mejor general de la historia si hubiera sido un general”».
Aprendamos a encauzar nuestros talentos y a desarrollarlos al máximo para ponerlos al servicio del Maestro en todos los aspectos de nuestra vida (personal, laboral, de iglesia). Entonces, cuando lo que más nos guste hacer se combine con lo que hacemos mejor, habremos alcanzado el éxito.