PENURIAS ECONÓMICAS
«Les dijo: “Cuando os envié sin bolsa, alforja ni calzado, ¿os faltó algo?” Ellos dijeron: “Nada”» (Lucas 22:35).
Mi madre enviudó cuando mi hermana y yo (J) teníamos cinco y dos años respectivamente. La pensión que le asignaron era ínfima porque el salario de mi padre en gran parte estaba basado en comisiones. La situación no era solo de pobreza, sino también de amenaza hacia el futuro inmediato, pues no solo necesitábamos dinero para vivir, sino para pagar la hipoteca de la vivienda, que mis padres apenas habían comenzado a adquirir. Tuvimos que pasar por muchas apreturas, pero esto nos proporcionó grandes lecciones de carácter. Aprendimos a apreciar lo poco que teníamos, a ser flexibles en los pasatiempos, a conformarnos con poco, a no derrochar, a ejercer siempre el dominio propio y a dar gracias a Dios por todo. Es cierto que con más medios habría sido más fácil resolver ciertos problemas. Pero, al fin y al cabo, salimos adelante y bien podíamos responder a la pregunta: «¿Os faltó algo?» con la respuesta del texto de hoy: «Nada». Y es que la promesa bíblica es certera: «Joven fui y he envejecido, y no he visto justo desamparado ni a su descendencia que mendigue pan» (Salmos 37:25).
La resiliencia puede surgir de múltiples situaciones dificultosas, una de ellas es la cuestión económica, pero puede ser la forma de aprender infinidad de lecciones. Cuando Mariette Jacobs supo que, en el mismo día, sus padres habían perdido el empleo, decidió que ella los ayudaría en todo lo posible. Pero Mariette también perdió su trabajo y en la familia solo quedó el salario de su hermana menor. Durante meses tuvieron que afrontar serias dificultades. Un día, cuando Mariette conversaba con su hermana sobre las necesidades de la familia, esta le dijo:
-Me gustaría tomarme un helado, más que nada en el mundo.
A lo que Mariette respondió:
-No. No tenemos dinero. ¿Sabes lo que cuesta un helado? ¡Lo mismo que un rollo de papel higiénico!
Ambas bromearon y decidieron que el rollo era más importante y que, aunque no pudiera tomarse el helado, sí podía adquirir el papel higiénico. De esa broma salió un libro devocional de mucho éxito: El día en que me tomé un rollo de papel higiénico. La autora testifica de las diversas lecciones que obtuvo de su experiencia de escasez económica: humildad, diligencia, obediencia, generosidad, integridad, disciplina, conformidad, paciencia, lealtad a Dios, fe en Dios… hasta un total de treinta que abarca el libro. Reflexionemos en el texto: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19).