DON DRYSDALE
Pues el Señor corrige a los que ama, tal como un padre corrige al hijo que es su deleite. Proverbios 3:12.
-¿Cómo voy, papá? -preguntó Don Drysdale en la primavera del año que se diplomó de la preparatoria de Van Nuys.
– No está mal -le respondió Scott Drysdale- Todavía hay algunos detalles que debes corregir, pero en general vas bien.
-¿Cómo que “bien”? -preguntó Don-. Pensaba que me iba de maravilla. No he perdido un solo partido en esta temporada.
-Es cierto -asintió el padre-, pero estás lanzando para aficionados. Este verano podrías encontrarte en las ligas menores, ¿y entonces qué harás? ¡Un error y estás en problemas!
-Tienes razón -dijo Don- ¿Dónde está mi error?
-Está en el lanzamiento. Tiras de lado, y te da buen resultado. Pero en ocasiones lanzas con un giro muy peculiar. Eso te hace perder el control absoluto y la pelota pierde velocidad.
-¿En verdad? Nunca me había dado cuenta.
-La mayoría de los jugadores no logran descubrir sus propios errores. Para eso están los entrenadores.
-Tendré que trabajar para mejorar el lanzamiento -dijo Don.
-Tengo una idea que te podría ayudar -le sugirió su papá-. Cada vez que te vea bajar el brazo, te silbaré así.
Apretando los labios, el Sr. Drysdale dio un chiflido agudo y penetrante.
-Buena idea, papá. Cuando lo escuche, sabré dónde estuvo mi error y lo corregiré en el siguiente lanzamiento.
Gracias a los consejos de su padre, Don Drysdale venció sus debilidades y llegó a pertenecer al equipo de los Dodgers de Los Ángeles. En 1962 ganó el premio Cy Young, por ser el lanzador más valioso.
Tú y yo somos jugadores en el partido de la vida. Ninguno de nosotros es perfecto. Nuestro éxito eterno depende de nuestra disposición a ser corregidos por nuestro Entrenador divino. Como un Padre amante, nos mostrará nuestras fallas, y nos ayudará a corregirlas.
Hoy, escucha su silbido. Podría hacerlo mediante un versículo de la Biblia, una carta o mensaje de un amigo, el consejo de algún maestro, o incluso a través de algún plan que no te haya salido bien. Dios tiene mil maneras de corregirnos. ¿Estarás dispuesto a escucharlo?