“Si ayudas al pobre, le prestas al Señor, ¡y él te lo pagará!” (Proverbios 19:17, NVI).
Un sábado, en agosto de 2020, mi hermana Inés estaba participando de la Escuela Sabática online, durante la cuarentena por el coronavirus. En medio de una conversación animada, uno de los participantes: “Muchas veces hablamos de ayudarnos los unos a los otros, pero no siempre lo llevamos a la práctica”. Justo en ese momento, un pensamiento claro e inspirado apareció en su mente: “Fulana de tal necesita dos mil pesos”. Al terminar la Escuela Sabática, Inés se fijó si tenía dos mil pesos y los separó para dárselos a esa persona. Durante la semana, mi hermana llamó a la compañía que le provee servicios de Internet para quejarse por el costo de la factura. Inesperadamente, la compañía ofreció darle un descuento que, a lo largo de un año, le ahorraría diez mil pesos. “Yole di a Dios dos mil pesos y él me dio diez mil”, me dijo Inés.
Si tenemos una mentalidad de escasez, nos centraremos en nuestros recursos limitados y nos perderemos de presenciar hermosos milagros. “A menudo sentimos que, al dar, perdemos”, escribe Stormie Omartian en Just Enough Light for the Step I’m On [Solo la cantidad de luz suficiente para el paso en el que estoy]. “Pensamos: Si no tuviera que dar esto, tendría más para mí. Sin embargo, esa es la actitud que hará que perdamos. La Biblia dice que, si le damos a Dios, tendremos todo lo que necesitamos en nuestras vidas. Si no, no”. Cuando no somos generosos, en realidad estamos cortando el flujo de las bendiciones de Dios. Por supuesto que él aún nos ama; sin embargo, “los tesoros de la abundancia de Dios solo se abren para aquellos que inician el proceso abriéndose a sí mismos al dar”, añade.
Dios quiere darnos una mentalidad de abundancia, que se concentre en sus recursos ilimitados y resulte en una vida generosa y abundante. Cuando vivimos así, como dice aquella canción de Fito Páez, el vuelto “siempre es de más.” Ser generosos, confiando en la providencia divina, es el mejor “negocio” que podemos hacer.
Señor, tus recursos son absolutamente ilimitados. Tú me bendices hasta que sobreabunda; hasta que mis brazos no pueden cargar más regalos, hasta que la casa está llena de comida, de luz y de alegría. Ayúdame a recordar esto cuando tenga la oportunidad de dar. Quiero abrir mis manos y mi corazón para dar generosamente