SOBRE LA MENTA Y LA ORACIÓN
“Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tes. 5: 16-18).
El patio de nuestra casa, donde vivimos como jubilados, está preparado para hacernos las cosas más fáciles: poco riego y aún menos pasto para cortar. El patio trasero es de gravilla pero, en la base de la pared del fondo, tenemos unos 45 centímetros de tierra, donde planté enredaderas y hiedra.
Antes de hacer un viaje de cinco semanas, hicimos los arreglos necesarios para que alguien cortara la pequeña cantidad de césped que tenemos en el frente; las plantas en el patio trasero tendrían que cuidarse solas. Nos aseguramos de que la irrigación automática estuviera encendida, y nos fuimos. Al volver, todo estaba bien, excepto la menta, que había crecido de forma desmedida.
Yo sabía que podría haber un problema con que la menta se esparciera sin invitación por la pared, pero no estaba preparada para ver plantas de menta de más de un metro de altura. Me encanta tomar una taza de té de menta en una tarde fresca y, a menudo, preparo jarras de té de menta helado durante los veranos. Pero ¡no tenía intenciones de preparar té de menta para todo el vecindario!
Al arrancar algunas plantas de menta y podar la hiedra, recordé que, en algún lugar, había plantado un arbusto de lantana y un arbusto de melisa, mi té de hierbas preferido. Corté la menta hasta que encontré esas dos plantas totalmente tapadas por la menta. Sin sol, ambas plantas estaban frágiles y caídas.
El episodio de la menta me hizo pensar. Lo que me mantiene demasiado ocupada para hacer mi devoción personal no necesariamente es malo, así como la menta no es mala en sí. A veces, me entretengo tanto con cosas buenas, como visitar vecinos y llevar personas enfermas al médico, que no tengo -o no me hago- el tiempo para mí estudio personal y para orar.
Entonces, la menta es buena, pero ¡no cuando crece desmedidamente! Del mismo modo, mis buenas obras no pueden tomarme tanto tiempo y energía que no me queden para los momentos apacibles, tan necesarios para poder crecer y florecer. Quiero recordar la menta y evitar que el desorden de la vida interfiera en mi relación con Dios. Si el Hijo de Dios necesitaba noches enteras de oración, ciertamente yo necesito tener una comunicación regular con mi Dios. Deseo que mi corazón se eleve continuamente en gozosa oración a Dios por todos sus beneficios.
NANCY VYHMESITER