LA MADRE DE SANSÓN
LOS LÍMITES DEL AMOR
A esta mujer apareció el ángel de Jehová, y le dijo: He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos; pero concebirás y darás a luz un hijo. Jueces 13:3.
Luego de apartarse de Dios, los hebreos habían sido sometidos por los filisteos durante cuarenta años (ver Jueces 13:1). Pero Dios se compadeció de ellos y buscó una manera de liberarlos. Eligió a una mujer estéril para que engendrara a quien los liberaría. ¡Una mujer estéril! ¡La gran necesidad humana es la posibilidad de Dios! Él se complace en manifestar su poder en medio de nuestra impotencia.
¿Quién era esta mujer a quien el Señor le comunicó que daría a luz al hombre que liberaría a Israel del yugo filisteo? La Biblia no registra su nombre. Solo sabemos que era la esposa de Manoa, un hombre humilde que amaba a Dios. Sabemos que era una mujer de fe, y que era humilde; de lo contrario, el Señor no la habría visitado.
¿Entiendes lo que significó para esa mujer ser madre? ¿Te imaginas las veces que habrá acariciado su vientre con sus manos transpiradas, luego de un día de trabajo en el campo, mientras elevaba una súplica a Dios?
Si eres madre, aún tienes vivo el recuerdo de los primeros movimientos de tu bebé en tu vientre. Tú sabes cuán grande es la expectativa por ese nuevo ser que le entregas a Dios desde tu seno. Así como la madre de Sansón no sabía qué pasaría con su hijo, como madres no sabemos lo que sucederá con ese ser que hemos engendrado, pero podemos confiar en Dios.
Aunque hayamos deseado el don de la maternidad en lo más profundo del alma, muchas veces nos sentiremos fracasadas por las decisiones que toman nuestros hijos. Una relación viva con Jesús cultiva la sabiduría que necesitamos como madres para influir en ellos, a fin de que no se olviden de las enseñanzas que les dimos. Y si en algún momento se apartan del camino, solo nos queda saber que Dios los ama y los acompañará; también a nosotras, en nuestros desvelos como madres.
“Porque yo, el Señor tu Dios, te he tomado de la mano; yo te he dicho: ‘No tengas miedo, yo te ayudo” (Isaías 41:13, DHH). Dios nos ayuda en todo momento, cuando criamos a nuestros hijos para él; y más aún, cuando ellos se apartan de él. Dios siempre es nuestro auxilio. — FB