“El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas” (Mateo 13:31, 32).
¿Cuál es la primera imagen que aparece en tu mente cuando piensas en el éxito? ¿La presidenta de una compañía, vestida a la última moda? ¿Un billonario de Internet, como Mark Zuckerberg? ¿Tal vez la Madre Teresa, o Nelson Mandela? Si te pareces a mí, probablemente no habrás pensado en una persona que vive una vida común y corriente, para nada glamurosa.
Estamos inmersas en una sociedad de consumo, condicionadas a creer que ser exitosos es vivir una vida extraordinaria y brillante y causar envidia en las redes sociales. Como la obsesión por la fama nos define, una vida “ordinaria” nos parece mediocre. Pero ¿y si nos equivocamos?…
“La gente tiende a creer que el camino hacia la importancia está pavimentado con lo que es grande, llamativo y grandioso”, escribe el autor cristiano Michael Kelley en su libro Boring [Aburrido]. “Pero ¿y si nos equivocamos? ¿Qué pasa si el tamaño no determina la importancia? ¿Y si encontramos una vida de gran importancia no al escaparnos de los pequeños detalles, sino al abrazarlos?” La Biblia enseña que Dios mide nuestro éxito de acuerdo con nuestra fidelidad, y que nuestra fidelidad se ejercitó en los pequeños (Luc. 16 : 10).
Jesús, el regalo más extraordinario del Cielo, parecía común y corriente a primera vista. Él nació en un hogar humilde, creció en una aldea pequeña y trabajó como artesano. Aunque era Dios encarnado, Jesús nunca se negó a hacer tareas sencillas. Con sus propias manos lavó los pies de sus discípulos. Esta humilde tarea, que los discípulos no querían hacer, tiene un impacto de amor que sentimos aun hoy, muchos años después.
Recuerda: lo pequeño y ordinario es importante. Un pequeño mosquito que zumba en tu habitación transforma tu noche. Un diminuto grano de arena incrustado en tu ojo, detiene tu rutina, sin importar cuán rica o pobre seas. Y de un insignificante grano de mostaza crece un gran árbol y los pájaros anidan en sus ramas (Mat. 13:31, 32).
Jesús, gracias por bibliotecame del miedo a vivir una vida común. No necesito ser extraordinario o que la gente me aplauda para tener un propósito y una misión. Ayúdame a dar lo mejor en las pequeñas tareas de mi día. Ayúdame a ver que, en el Reino de Dios, lo pequeño tiene un gran impacto.