Viernes 31 de Marzo del 2017 – AJUSTADOS A LA VOLUNTAD DE DIOS – Devoción matutina para adultos

AJUSTADOS A LA VOLUNTAD DE DIOS

«A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo». Romanos 8: 29

MUCHOS COMETEN el error de tratar de definir minuciosamente los delicados matices que diferencian la justificación y la santificación. Para definir esos dos términos con frecuencia recurren a sus propias ideas y conjeturas. ¿Por qué tratar de ser más minuciosos de lo que es la Inspiración acerca del tema de la justificación por la fe? ¿Por qué tratar de resolver el problema de cada diminuto matiz, como si la salvación dependiera de que todos tengan exactamente el mismo punto de vista en este tema? No todos pueden tener el mismo enfoque. Estamos en peligro de hacer un mundo de un átomo, y un átomo de un mundo.

Cuando el pecador arrepentido, humillado delante de Dios, acepta la expiación de Cristo en su favor como su única esperanza, sus pecados son perdonados. Esto es justificación por la fe. Toda alma debe poner su voluntad en armonía con la voluntad de Dios y mantenerse en un estado de arrepentimiento y humillación, ejerciendo fe en los méritos expiatorios del Redentor y avanzando de fortaleza en fortaleza, de gloria en gloria.

El perdón y la justificación son lo mismo. […] La justificación es lo opuesto a la condenación. La infinita misericordia de Dios se concede a seres indignos. Él perdona las transgresiones y los pecados por medio de Jesús, quien es la «propiciación por nuestros pecados» (1 Juan 2: 2). Dios perdona al transgresor culpable mediante la fe en Cristo, y por este medio el pecador arrepentido recibe la esperanza certera de vida eterna.

David fue perdonado de sus transgresiones porque se arrepintió sinceramente, se humilló ante Dios y creyó que se cumpliría la promesa de perdón de Dios. Confesó su pecado, se arrepintió y cambió. Emocionado por la seguridad del perdón, exclamó: «Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño» (Sal. 32: 1, 2). Solo por medio del perdón podemos recibir la bendición de Dios; pero para obtener el perdón necesitamos confiar en que los pecados que hemos confesado los carga Aquel que carga todo pecado. Así fluyen de Cristo todas nuestras bendiciones. Su muerte es un sacrificio expiatorio por nuestros pecados. Él es el gran Mediador por cuyo medio recibimos la misericordia y el favor de Dios. Él, por lo tanto, es el Originador y el Autor de nuestra fe, así como su Consumador [ver Heb. 12: 2].— Manuscript Releases, t. 9, pp. 300-302.

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