Viernes 3 de Agosto – PERDIDO Y HALLADO – Meditacion Matinal para Jóvenes

PERDIDO Y HALLADO

«El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido». Lucas 19: 10, RV95

SIEMPRE QUE LEO las parábolas de la oveja perdida y del hijo pródigo pienso en el gran amor y la infinita misericordia que el Padre celestial tiene por cada uno de nosotros, y lo sé porque lo he experimentado de primera mano.

Recuerdo vagamente un acontecimiento que siempre sale a relucir en las reuniones familiares. Cuentan mis hermanos mayores y mis padres que cuando yo era pequeño me extravié durante una visita que hicimos a unos familiares en la ciudad de Acapulco. Mis padres debían resolver algunos asuntos y me dejaron al cuidado de unas tías. Cuando regresaron, unas horas más tarde, se enteraron de que había salido a la calle tras ellos, sin avisar y con la idea infantil de hallarlos por mi cuenta.

Mis tías emprendieron la búsqueda de inmediato y después de varios minutos de angustia, que parecieron horas, me encontraron en casa de una amable señora que me resguardó hasta que ellos llegaron. Lo único que recuerdo es que cuando vi a mi padre comencé a llorar y corrí a abrazarlo.

En la época de fin de año es nuestra costumbre platicar sobre eventos familiares del pasado. En una de esas ocasiones alguien le preguntó a mi padre qué había sentido aquella vez que me perdí. «¡Me volví loco! ¡Sentí que si no lo hallaba, me moriría!», contesto él.

Aunque ya soy un adulto, y también soy padre, me estremecí al escuchar su respuesta. ¡Cuánto me ama mi padre! Aunque no es muy común escucharle decirlo, ni es el ser más expresivo, sé que haría todo lo que esté a su alcance por mí. Lo sé porque lo mismo haría también yo por mi hija.

Así es también el amor del Padre celestial por ti y por mí. Cuando nos extraviamos del camino de la vida ¡él también se vuelve loco! No soporta la idea de perdernos y por eso nos busca incesantemente hasta hallarnos.

Ya no te escondas de él, en el laberinto de tu rutina de trabajo y tus tantos enajenantes asuntos diarios. Regresa al padre, pide su ayuda, dile: ¡aquí estoy, sal a mi encuentro!

Rosalino Domínguez Romero

México

Radio Adventista

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