ES NECESARIO PADECER
«Ve, porque instrumento escogido me es este para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de reyes y de los hijos de Israel, porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre» (Hechos 9:15-16).
El irlandés Clive S. Lewis (1898-1963) es bien conocido por obras como Las crónicas de Narnia, Trilogía cósmica o El problema del dolor. Aunque nació en una familia cristiana, se declaró ateo a los quince años. Su capacidad intelectual era tal que a los veintiocho años ya impartía clases de filosofía y literatura en la Universidad de Oxford. Mediante la lectura de autores cristianos, como Chesterton y MacDonald, encontró respuestas a sus preguntas sobre la existencia del mal y del dolor. A los treinta y tres años, una conversación hasta altas horas de la noche con su colega J. R. R. Tolkien (el autor de El hobbit y El señor de los anillos) resultó clave para su conversión. Poco después, durante un viaje al parque zoológico de Whipsnade en motocicleta con su hermano, se entregó a Cristo. Él mismo cuenta que al partir no creía en Jesucristo como hijo de Dios y que, cuando llegó al zoo, sí. Para él, este momento permaneció como el más importante de su vida. Sus escritos han sido la clave para que intelectuales y miembros de clases altas entendieran y practicaran el cristianismo.
Veinte siglos antes, otro viajero también experimentó su conversión en un viaje, no al zoo, sino a la ciudad de Damasco. Era Saulo, un fariseo de la ciudad de Tarso en Cilicia (hoy Turquía), perseguidor de los cristianos. Jesús lo llamó y le mostró la necesidad de padecer y prepararse para llevar a Cristo a gentiles y reyes que de otra manera no habrían recibido la doctrina cristiana. Dios lo llamó a padecer con azotes, apedreamiento, encarcelamiento, persecuciones, peligros de agentes naturales y otras muchas adversidades.
También Lewis hubo de sufrir después de su conversión. Su esposa murió de cáncer a los cuarenta y cinco años. Esta pérdida le supuso un dolor terrible y pronto le diagnosticaron una enfermedad renal que lo llevó a la muerte tres años después del fallecimiento de su esposa. El conocimiento de Jesús le ayudó a entender que el sufrimiento puede tener mucho sentido y pudo así hacer frente a las dificultades, muriendo con la fe de encontrarse con su Señor.
Estos dos personajes tuvieron que sufrir a pesar de estar del lado del Salvador. Sin embargo, el dolor los mantuvo muy cerca del Señor, quien promete que «muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo librará Jehová» (Salmos 34:19).