EL CONSUMISMO – 1A PARTE
«Por fe andamos, no por vista» (2 Cor. 5:7, RV60).
Una sencilla y trabajadora maestra se decidió a solicitar su primera tarjeta de crédito porque todos sus compañeros tenían una. Condicionada mente por la presión de grupo, tomó la decisión para no sentirse rara, anticuada, tonta. Al principio, lo manejó muy bien: hacía sus compras con prudencia y, al finalizar cada mes, depositaba el monto en la tarjeta. Pero un día fue a visitar a un familiar que vivía en los Estados Unidos. Cuando vio aquellos centros comerciales repletos de objetos atractivos y con precios en oferta, se quedó embelesada. Sin pensarlo, comenzó a comprar ropa, zapatos y bolsos, diciéndose a sí misma que ya tenía todo lo que necesitaba para un año entero.
De regreso en su país, recibió el estado de cuenta de la tarjeta de crédito y la cifra era elevadísima. Hasta ese instante no se había percatado de los efectos de aquella compulsión que había sentido. Supo en seguida que le era imposible pagar ni tan siquiera la cuota mínima. Con el paso de los meses, la cifra se elevó, y su situación se volvió insostenible. Su esposo tuvo que darle dinero para cancelar aquella tarjeta y ella, sonrojada, tuvo que pasar vergüenza por su error. Error que, por cierto, es común.
¿A quién no se le van los ojos detrás de los productos de consumo? Es fácil ver, desear tener y endeudarse. ¿A quién no le afecta la presión de grupo? Es fácil caer en ella por la naturaleza social con la que hemos sido creadas. Sí, es cierto, todas somos susceptibles de caer en el consumismo. Por eso es bueno tener un concepto claro de qué es y cómo se puede evitar.
Podríamos definir el consumismo como la adquisición de bienes y servicios que en realidad no necesitamos. Los compramos por la imagen de nosotras que proyectan. Es decir, cuando nos convertimos en consumistas es porque tenemos un bajo concepto de nosotras mismas, que queremos esconder tras una imagen que refleje aquello que realmente quisiéramos ser. Una imagen de éxito económico y profesional, de persona segura de sí misma… Por eso, el primer antídoto contra el consumismo es el convencimiento de que somos valiosas porque Dios nos ha creado a su imagen y Cristo nos ha redimido mediante su muerte. De ahí deriva nuestro verdadero valor, no de lo que llevamos puesto ni de lo que nos podemos permitir comprar.
Querida amiga, no vales por lo que tienes, vales por lo que eres en Cristo.